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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
             las diligencias, y á veces, dice, no bastaban doce plumas: á que se agregaban
             continuos oficios á los jueces reales de los partidos, tribunales, cabildos, &a., de
             que es tanto lo que se ha escrito que van gastadas muchas resmas de papel.
                    El asunto de la residencia de los párrcos, en circunstancias tan críticas,
             y de sus tenientes, fué uno de mis mayores afanes: ellos resistian mis preceptos;
             pero unos llevados de las persuaciones de mis reflexiones y promesas, otros de
             su propio honor y estímulo de sus conciencias, á quienes exponia delante su
             obligación, y otros compelidos de mis conminaciones, se obligaron a obedecer:
             debiéndose con propiedad decir que el rebaño era de fieras, porque vivian en
             medio de tantos lobos. Parecia tirana la órden en semejantes aprietos; asi se
             quejaban, y por la dependencia con los principales de la ciudad tal vez me con-
             cilié una gran parte de desafectos. Atropellé estos reparos, porque veia que era
             el único medio de sostener la religion, y no aumentar el número de rebeldes, y
             se conoció que en los lugares donde no hubo párrocos ni sacerdotes, que fue-
             ron pocos, fué mayor la alteracion. Dios correspondió á esta, que parecia cruel
             correspondencia; porque, aunque padecieron mucho los ministros, no quitaron
             la vida á cura alguno, y á excepcion de cuatro presbíteros y un diácono, entre
             los que se numera un religioso domínico, .no se cometió otro sacrilegio de esta
             especie.
                    He dicho que parecia cruel providencia haber compelido á los párrocos
             á su residencia, y no lo fué, porque no debe graduarse por tal, sino ponerles á la
             vista su obligacion. Todos los derechos la recomiendan en la próxima ocasion
             del peligro inminente de perder la vida espiritual y temporal por sus ovejas, aun
             con riesgo de la propia. De este sentir son San Agustin y Santo Tomas  á los que
             se siguen muchos doctores, que refiere el Padre Granados, fundándose todos
             en el texto de San Juan:— In hoc cognovimus caritatem Dei, quoniam ille pro
             nobis animan posuit, et nos debemus caritatem pro fratribus animam ponere
             . Y en el de San Pablo:— Ego autem libentissime impendar, et super impendar
             ipse pro animabus vestris . Sobre que dice el Padre San Crisóstomo: quod dicit
             impendar insinuanti est, si et ipsam carnem suam insumere oporteat non paro-
             cho per vestram salutem .
                    Y qué diremos, cuando hay riesgo de perder la religion: así estuvieron
             los pueblos, porque en muchas partes, no se veneraban ya las imágenes, y en
             varias se ultrajaban igualmente que los templos, y por lo general se suscitaban
             y adoptaban errores, y entre ellos fué haber persuadido Tupac-Amaro, que los
             que muriesen en su servicio resucitarian al tercero dia: de que reconvenido por



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