Page 566 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen 4
Conclusión de la rebelión
cual escaramuza en la eminencia, y desfiladeros de aquel cerro, en que se trabó
el combate que se sostuvo por nuestra parte con menos de trescientos solda-
dos, (y de aquella noche quedaron solo en cincuenta) con dos pedreros, que al
primer tiro perdió el uno la cureña: notándose que en el espacio que se tiraba
uno de los nuestros correspondia la artillería del enemigo con doce. Concluyóse
esta accion al anochecer del dia 8 de Enero del año pasado de 1781, con once
muertos enemigos y cuarenta de los nuestros, quedando heridos mas de 100,
de que pereció la mayor parte, y sacó una grave contusión al pecho el famoso
D. Francisco Laysequilla, su comandante, que fué este entre los oficiales el úni-
co que defendia y guardó con honor el puesto. El dia antecedente murieron á
manos de los enemigos, repechando el cerro, 17 pardos de la tropa auxiliar de
Lima, con su teniente Cisneros: y cuando esperabamos que lo sangriento del
choque se reservase para el dia siguiente, inopinadamente levantó su campo
Tupac-Amaro, y abandonando su equipaje, salió de fuga al amanecer: y como lo
persiguieron algunos de la tropa de caballeria, murieron mas de 30, oprimidos
de los enemigos.
La retirada de los rebeldes no deja de haber sido milagrosa, atendien-
do las circunstancias que van indicadas; y mas que el pueblo contenia muchos
indios y mestizos partidarios de Tupac-Amaru, que esperaban la ocasion de su
entrada para declararse, por las inteligencias que con esta mira mantenian. Al
fin, yo así lo juzgo, por haber encomendado al patrocinio de Arcángel Señor San
Miguel la tutela y defensa de la ciudad, jurándolo por patron general en pública
asamblea, que se formó á todos los estados: y en verdad que desde aquel dia
llovió el cielo sobre nosotros sus bendiciones.
Contraido este vasto territorio á tanta confusión, fueron consiguientes
mis fatigas: por una parte combatian mi ánimo los quejidos de un rebaño que
Jesu-Cristo cargó sobre mis débiles hombros, y por otra los sobresaltos de es-
ponerse á perder una porcion considerable, que hace el patrimonio de un So-
berano por quien subsistimos. Ya se ponia adelante la religion abolida, que se
introdujo á costa de tantos sudores, y se ha mantenido á fuerza de desvelos: ya
se me representaba el vilipendio del santuario, abrogacion de su culto, y profa-
nacion de lo mas sagrado: los monasterios de vírgenes sin clausura, y en una
palabra, sin concierto todo el órden de las cosas. Meditábase la fuga como único
medio de salvar las vidas; algunos de menos ánimo las emprendieron, y los mas
esperaban que yo la determinase para abrazarla. Mis afectos, y los que mas se
lastimaban al contemplarme víctima del tirano, si no sangrienta, á lo menos de
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