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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
             su desprecio y abatimiento, me aconsejaban la deliberase, llevando conmigo el
             clero secular y regular de ambos sexos, para no esponerle al mayor sacrificio: y
             sin embargo del ejemplo, que en caso semejante, aunque menos horroroso que
             el presente dió el Señor D. Gregorio Montalvo mi predecesor, á nada quise ac-
             ceder, por la desconformidad que este decia con mi honor, ministerio y servicio
             del Rey.
                    En esta situacion, no nos quedaba otro recurso que el de impetrar las di-
             vinas piedades y dirigir al cielo nuestros votos. En continuas rogativas mantuve
             la ciudad y sus ocho parróquias, patente el Santísimo Sacramento, practicándo-
             se lo mismo en las iglesias de los monasterios y regulares. Cuatro misiones se
             hicieron, comenzando por mi catedral, que acabaron en una general procesion
             de penitencia, que movió á compasion á los fieles. Llenos se veian los templos de
             penitentes, ocupando yo en mi iglesia el primer confesionario: todos los minis-
             tros seguian con edificacion el ejemplo, cuyo infatigable egercicio, se continuó
             por mas de tres meses con mucho fruto.
                    Al paso que la ciudad se empleaba en estos actos, no perdí de vista las
             doctrinas de las catorce provincias que encierra este vasto obispado, y fuera de
             los muchos monitores, edictos y pastorales que dirigí en los primeros insultos
             de Farfan, invitando á mis diocesanos al amor y obediencia del Rey, en que inte-
             resaba todo el celo de mis curas á esta exhortacion, se instauraron nuevamente
             las mismas diligencias, sin perder ocasion, y sin que me sirviesen de estorbo
             la dificultad de los tránsitos, é impedimento de las veredas que se hallaban to-
             madas ó cortadas, porque á todo costo transmigraban mis cartas y providen-
             cias. Particularmente dirigí por separado mis oficios a los principales caciques
             y gobernadores de las doctrinas, y se vió el bello efecto de esta diligencia en los
             célebres hechos de Pumacahua, cacique de Chinchero, Rosas de Anta, Sucaca-
             hua, de Umachiri, Huaranca de Santa Rosa, Manco Turpos y Chuquiguancas
             de Azangaro, Carlos Visa de Achalla, Chuquicallata de Saman, Siñan, Inca de
             Coparaque, Huambo Tupa de Yauri, Callu de Sicuani, Aronis de Checacupi,
             Cotacallapa y Huaquisto de Carabaya, Game y Carpio de Paruro, Espinosa de
             Catea, y la Huamanchaco de Coporaque, Chuquicallata, hijo del primero en Ta-
             raco, Pacheco Chillitupa y Sahuaraura de Quispicanchi: todos nueve posterio-
             res en sacrificio de su fidelidad, y distinguiéndose Sahuaraura, asi en haber sido
             el que reveló la traicion de Farfan y sus compañeros, en la precedente maqui-
             nada conspiracion del Cuzco, como en haber sufrido valerosamente la muerte
             en el incendio de Sangarará: á cuya expugnacion salió con tanto brio, que en



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