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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
             que no merecian el título de soldados: su ardentia é impericia les precipitó á su
             desdicha, y á ser víctimas del tirano en el pueblo de Sangarará, en que murieron
             más de setecientos; á quienes si perdonó la espada y palo, devoró el fuego, que
             redujo á cenizas aun al templo que tomaron por asilo.
                    Ensoberbecióse Tupac-Amaro con esta inesperada victoria, porque fué
             á buscarle á su propia casa el triunfo, que con el sacrificio de sus vidas le ofre-
             cieron unos hombres inconsiderados; y he aquí un principio indisputable de
             una rebelion, que pudiendo cortarse en tiempo con mejores reflexiones, se hizo
             general por la imprudencia. Tupac-Amaro se concilió desde este acaecimiento
             respetos, veneraciones y temor: logró la ocasión del sobresalto de los indefen-
             sos; ofreció partidos á los que podía temer; trajo á su devocion á los españoles y
             mestizos de aquellos pueblos. y comenzó á difundirse su nombre bajo el epiteto
             pomposo de Libertador del reino, Restaurador de privilegios, y padre comun
             de los que gemian bajo el yugo de los repartimientos: todo lo que apoyaba con
             el renombre de Inca, y legítimo descendiente de Felipe Tupac-Amaro, rey del
             Perú, cuyos derechos seguia ante la Real Audiencia de Lima, y hoy renovaba.
             Nada mas hubo menester el novelero vulgo de las provincias para reconocerle
             protector y aun su rey. En todas fué sucediéndose el contagio, y muy pocas fue-
             ron en este obispado las que se preservaron ó simularon. No se oian por todas
             partes sino aclamaciones por su Inca Redentor; y á consecuencia de esto, no
             se vieron mas que muertes y desastres de aquellos que no seguian el partido;
             y en un improviso se subvirtió é inquietó la mejor porcion de esta diócesis. La
             ciudad era el objeto de las insidias del rebelde, con la espectativa de saquearla,
             y coronarse en ella, por haber sido corte de los que figuraba sus ascendientes; y
             como lugar de refugio, todos los perseguidos ocurrian á ella. Llenóse de gentes,
             y ya comenzaba el hambre y carestia, y aunque no llegó su necesidad al extremo
             que esa, pero se sintió bastante, por estar cerrados los caminos de los abastos,
             por lo que ya se contemplaba muy próxima su final opresión. El insurgente tiró
             las lineas á su asedio, y congregando sobre 70,000 combatientes, se dirigió á sus
             cercanias con mas de cuarenta mil, desertando los restantes á aquel número por
             el suceso feliz que tuvieron nuestras armas en el pago de Salla, de la parróquia
             de San Gerónimo, distante tres leguas de la ciudad. En efecto puso su campo
             un cuarto de legua de mi capital, en el cerro nombrado Picchu, que domina la
             población, y podemos decir que hasta ahora es incomprensible la causa de no
             haberse resuelto á entrar en la ciudad con un egército tan poderoso: bastando
             la cuarta parte para confundir nuestras cortas fuerzas, y contentándose con tal



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