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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    22. A vista de una obstinacion tan ciega de esta canalla, y de que por
            los movimientos que se daban, se avanzaban para atacar, mandé estar todavia
            quietos á los soldados, hasta dejarlos acercar un poco mas. Con efecto, á las
            4 de la tarde, venian ya formando un semi-circulo, cuya izquierda gobernaba
            Sanca, la derecha el Ingaricona, y el centro, á lo que se cree, el referido cacique
            de Carabaya: pero advertí, que los que venian á las órdenes de dicho Sanca,
            entraban tíbios al combate y con grande repugnancia, comunicada sin duda
            por su coronel, que se opuso á ello con todas sus fuerzas. Habia ya principia-
            do esta accion con los 25 de á caballo que tenia puestos en aquel sitio, que
            era como la puerta para internar hácia donde teniamos el ganado y caballada
            que intentaban el quitarnos: corrian por aquel lado los indios, redoblando
            sus esfuerzos, y para rechazarlos, destaqué otros 25 caballos, que con grande
            velocidad corrieron al socorro de los primeros.
                    23. En esta situacion, y al verme como rodeado de la multitud, forma-
            da mi gente en órden de batalla, la fusileria en el centro, lanzas, sables y palos,
            divididos por mitad á la cabeza de una y otra ala, igualmente por la caballeria
            que habia quedado, mandé hacer un cuarto de conversion por mitad á derecha
            é izquierda, con cuya disposicion, la primera acometió á Ingaricona, y á Sanca
            la segunda: el ataque fué vivo é impetuoso, y se peleaba de una y otra parte con
            vigor. El coronel Sanca, y los que mandaba, sufrieron muy poco, y muertos unos
            cuantos, los demas tomaron la fuga, atravesando un estero profundo, en donde
            se ahogaron algunos, siguiendo los demas en el mayor desórden hasta la monta-
            ña vecina, de cuya eminencia sirvieron como de espectadores del funesto teatro
            donde morian sus compañeros. Entonces mandé que la ala izquierda vencedora,
            dejándoles huir con libertad, reforzasen la derecha, que batallaba con el centro
            y la izquierda de los enemigos, que comandaba Ingaricona: y aunque peleaban
            con esfuerzo, prevaleció el órden y la constancia de mis tropas, que empeñadas
            con el ardor de la accion, mataron muchos indios, los cuales amedrentados con
            el fuego continuo de la fusileria, huian con confusion y desbarato, siguiendo los
            nuestros una gloriosa victoria hasta los cerros y collados, que procuraban ganar
            los infelices para evitar la muerte y el horror que les perseguia por todas partes.
            Corria hácia todos lados, llevado de su celo y piedad el licenciado Salazar, cape-
            llan de los nuestros, exhortando á los que batallaban con las agonias, para que
            llamasen á Dios en aquel conflicto; pero tuvo que lastimarse mucho su caridad,
            á vista de la pertinacia é indolencia con que espiraban, sin tomar en los labios el
            dulce nombre del Señor que les dictaba.



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