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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            que supusieron, y me acerqué al pueblo de Coata, donde podia disponer el
            número de balsas que fuesen necesarias. Mas al continuar nuestra marcha,
            mandé inclinar parte de mi gente al lugar por donde bajaban los indios in-
            mediatos á las Balsas: pero, retrocediendo al cerro, y el caporal mandando
            callar á los demas, razonó con uno de mis soldados, estrañando tragésemos
            preso al Pacoricona, siendo tan cristiano como nosotros, intimándoles que
            al instante se pusiere en libertad, y se les entregase mi persona, para evitar
            su ruina, que seria irremediable de lo contrario. Pagaron unos pocos el atre-
            vimiento de bajar de su asilo, y siguiendo nuestra idea, hicimos noche el 13
            en las llanuras de Ayaguas, manteniéndonos sobre las armas por el cuidado
            de los enemigos.
                    18. Al dia siguiente 14, se me presentó el cacique de Calacoto, ma-
            nifestando una órden del indio Sanca, para alistar la gente de este pueblo, y
            cortar las balsas sobredichas de Juliaca y Suches, imponiendo la grave pena
            de muerte al que se opusiese, en nombre de su Inca, Rey y Señor del Perú.
            Congeturando de aquí que su pensamiento no era otro que el de hurtarme
            la vuelta, y dejándome atras, atacar esta villa y Chucuito, y pasar por Pacages
            á la ciudad de la Paz, adelanté mi marcha á las cercanias de Coata, acampé á
            las orillas del rio, dando antes órden para que se me tragesen con prontitud
            25 balsas de Capachica, y me mantuve allí el 15 para dar descanso á mis
            tropas, sin omitir la revista de ellas y el conocimiento de las armas, en que
            gasté la mayor parte del dia. Pero al siguiente 16, con el deseo de rastrear
            con mas certeza y claridad la intencion de aquella canalla, mandé pasar 200
            hombres, que averiguasen si efectivamente habian hecho aquellos lo propio
            para el pueblo de Juliaca, como se habia asegurado.
                    19. En esta sazon, un indio de aquellas inmediaciones anuncio la no-
            vedad de ya los enemigos venian marchando sobre nosotros. Creilo al mo-
            mento, porque ya se empezaban á descubrir por los cerros, é hice retroceder
            los 200 hombres que habia destacado. A la mitad del dia habian ya bajado de
            las montañas, y avanzaban con ademan de atacar nuestro campo: lo que era
            ventajoso, porque su izquierda estaba cubierta con el rio caudaloso del refe-
            rido Coata, (el mismo que llaman de Juliaca mas arriba) su derecha con una
            laguna, y por las espaldas no permitia sino estrecho pasage esta misma, y
            una como península que formaba el propio rio, por donde pudiesen intentar
            quitarnos la caballada y el ganado que allí teniamos como encerrado, y para
            cuyo resguardo coloqué 25 caballos, que juzgué suficientes para el efecto.



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