Page 242 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen  4
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            de balas y pólvora, y dí el mayor calor á la fundicion de un cañon del calibre de
            ocho, mayor que los cuatro que habia trabajado de antemano; mandé acopiar
            aquella porcion de víveres, que su misma escasez y lo estrecho del tiempo per-
            mitia para la mantencion de las milicias y la del propio vecindario, y regulando
            que eran cortas las fuerzas con que me hallaba, para resistir dilatado espacio á la
            exhorbitante multitud de indios que corrian por todas partes á formar un solo
            cuerpo para atacarme, tratamos con el Gobernador de Chucuito, D. Ramon de
            Moya y Villarroel, que ya se habia restituido á su provincia, de reunir en esta
            capital nuestras milicias, para obrar de concierto contra los enemigos.
                    31. Y como aun en este estado regulásemos que nuestras fuerzas eran
            cortas para resistirlos, al propio tiempo que dí cuenta al comandante de esta
            provincia, que se hallaba en la Paz, y á la Junta de Real Hacienda, establecida en
            dicha ciudad, de la expedicion referida que acababa de terminar felizmente, y de
            la cual esta me dió en su respuesta muchas gracias, le pedimos auxilio de tropas,
            armas y municiones, y que se nos franquease algun poco de dinero: que es lo
            único que tuvo efecto, con el libramiento de 10,000 pesos que se nos entregaron,
            sin que el socorro de tropas que avisó el propio comandante remitir, y debian
            hacer un grande giro por las provincias de Omasuyos y Larecaja, supiésemos
            entonces con certidumbre su derrota, ni el lugar fijo donde se hallaban.
                    32. Se fortalecia entretanto la noticia, de que un ejército de rebeldes,
            compuesto de 18,000 indios, fuera de otras partidas por Atuncolla, Vilque y
            Totorani, al mando de Diego Tupac-Amaru, mucho peor que su hermano José,
            el cacique traidor de Tungasuca, se hallaba ya en el pueblo de Juliaca, distante
            solas nueve leguas de esta villa, dejando funestamente impresas sus huellas en la
            sangre que derramaba por todas partes, sin distincion de sexo ni edad, con tal
            que fuesen españoles ó mestizos las víctimas que buscaba su crueldad y furor.
            Finalmente, el 10 de Marzo, hácia las 11 de la mañana, se presentaron en las
            eminencias que dominan esta poblacion, con grande voceria y estrépito de tam-
            bores y clarines, con que acompañaban las salvas de fusiles y camaretas, en ho-
            nor de las muchas banderas que tremolaban, distribuyéndose entretanto aquella
            inmensa multitud, á la vista, por las montañas que rodean la villa, hasta ocupar
            una distancia de mas de tres leguas de extension, sin incluirse el cerro elevado,
            que vulgarmente se denomina del Azogue; que tenian ocupado 120 indios de
            Puno, que se distinguen por Mañazos, á las órdenes de su cacique D. Anselmo
            Bustinza.





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