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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            encontraron, y autos originales y en testimonio, librados por el traidor para
            alistar gentes, y contra los clérigos que se opusiesen, habia una carta, que ci-
            taba al Justicia Mayor de Azangaro (por Tupac-Amaru), para que unidos con
            Andres Ingaricona, tambien comisionado para reclutar gentes en los pueblos
            de Achaya, Necasio y Calapuja, en la estancia de Chingora, que dista solo dos
            leguas de Juliaca, me asaltase con dicho Sanca en aquel lugar por donde pa-
            saron mis tropas, y en donde me separé de ellas con el motivo referido. En su
            vista, marché sin detenerme hasta encontrarlos, y logré hacerlo como á las 3
            de la tarde del dia siguiente al de la funcion con los indios, en que ya estaba del
            otro lado toda mi gente.
                    15. Mas, con el designio de impedir esta reunion con Ingaricona y San-
            ca, tiraba hácia el pueblo de Lampa: en cuya sazon, saliéndome al encuentro
            una india, sumamente afligida, espresó las violencias que sufria en Calapuja,
            por una partida de 300 indios, mandados por el tal Ingaricona. Con esta no-
            ticia, y el pensamiento de frustrar aquella reunion, entrando á Lampa por la
            parte de Chononchaca, marché al sobrenombrado Calapuja, en donde por
            entonces no pude absolutamente descubrir ni la situacion ni el paradero de
            los indios, sin embargo de que llevaba incorporado con mis tropas al cacique
            Pacoricona: lo que me obligó á pensar en hacer noche en las llanuras de Surpo.
            Entonces un espion, ó centinela de aquellos, que se resistia á dar las luces que
            buscabamos, sacudiéndole algunos azotes, declaró que sus compañeros esta-
            ban en la eminencia de una montaña, que se denominaba Catacora. Sin otra
            cosa, resolví marchar con ellos, y poco despues les descubrimos con banderas
            desplegadas, que las batian con insufrible voceria. Al acercarnos, pasaron de
            allí á otra mas elevada, en donde se hallaba la mayor parte de sus tropas, y á
            pesar de la imponderable aspereza de la montaña, que no admite vereda de-
            terminada, buscaba con diligencia algun lado que nos permitiese la subida,
            en cuyas circunstancias tuvimos que tolerar una tempestad de agua y granizo
            muy ruidosa y abundante, que duró un buen rato.
                    16. Mitigóse en fin esta furia, aunque penetraba muy bien la dificultad
            y los riesgos que se presentaban, tuve que condescender á la animosa instancia
            de mis tropas, que aguardaban con impaciencia las órdenes de avanzar. Dílas
            con efecto, y dividida la fusileria, marchó en dos trozos por dos partes distin-
            tas, abrigándose algun tanto con las rocas y peñascos, de la viva y continuada
            descarga de piedras que arrojaban los indios con sus hondas. Los fusileros y
            sables peleaban, y avanzaban con notable ardor y brio: pero advirtiendo que,



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