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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    33. No incomodaba poco á los enemigos la posición de este sitio, y
            para tomarle, atacaron á los nuestros, que no siendo bastantes para disputar
            el terreno, nos pidieron algun socorro. Pero nuestras cortas fuerzas no admi-
            tian destacamento fuera de la plaza, objeto principal de nuestra defensa; y sin
            embargo, para no dejar sacrificados aquellos pocos indios fieles, se comuni-
            có órden a las cuatro compañias de caballeria, que hacian el número de 340
            hombres, de marchar con ademan de seguir hasta la cumbre, no para que se
            empeñasen en guerrilla alguna, sino para que los rebeldes, al ver las marchas
            por los costados de dicha montaña, recelasen el ataque, y acudiendo á defen-
            derse por aquella parte, dejasen libres á los Mañazos. Era sin duda logrado el
            intento: pero la falta de puntualidad en sugetarse á lo mandado, causó nueva
            fatiga, porque, repechando la caballeria hácia la cumbre inmediata, trabó un
            breve choque con los enemigos, que aumentaban con facilidad el número de
            los que principiaron, y de esta suerte se aclaró la accion de modo que los mis-
            mos auxiliares hubieron menester de socorro, y le pidieron al instante.
                    34. Nos fué demasiadamente sensible la necesidad de concederle, con-
            templando grave perjuicio la diversion y cansancio de las tropas, que apenas
            podrian bastar para la defensa del pueblo. Envióse no obstante una compañia
            de fusileros, con el capitan D. Santiago de Vial, con el fin único de apoyar la re-
            tirada de la caballeria, y aunque á su llegada parecia empeñarse mas la accion,
            por el fuego que se hizo á los enemigos, sin embargo se consiguió felizmente el
            designio, quedando de aquellos 30 muertos, en la refriega, sin los muchos he-
            ridos; sin otro daño en los nuestros que una herida leve al cacique de Pomata,
            provincia de Chucuito, D. José Toribio Castilla, y otra igual de un soldado de
            la compañia de caballeria que comandaba.
                    35. Retirada la caballeria y los fusileros cerca de la noche, se mantenian
            quietos los indios en sus montañas. Redoblándose luego nuestras guardias, se
            pusieron centinelas dobles, y mandamos que algunos piquetes de caballeria y
            lanzas de á pié rodeasen la villa, para evitar algun incendio, y que adelantán-
            dose lo posible con la mayor precaucion y silencio, observasen los movimien-
            tos de aquellos. Diéronse por último las providencias necesarias para no ser
            sorprendidos, y á este tiempo avisó el cacique Bustinza, que repetian el ataque
            del Cerro del Azogue, y se mandó abandonar aquel sitio, que ya no podian
            defender, y le ocuparon al momento.
                    36. Fué insufrible la voceria de la canalla aquella noche; y al dia si-
            guiente 11, entre nueve ó diez de la mañana, se movieron todos con ademan



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