Page 240 - La Rebelión de Túpac Amaru II - 4
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Volumen 4
Conclusión de la rebelión
24. Persiguiéronse los fugitivos hasta mas de las 6 / de la tarde, sin
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que mis reiteradas órdenes y persuasiones bastasen á mitigar el ardor de los
solados, que volaban en alcance de los indios: hasta que, usando de aspereza,
pude reunirlos de algun modo, y retirarlos al cuartel, distante como una legua,
de donde hice saludar por tres veces, á vista de los rebeldes el augusto nom-
bre de Nuestro Católico Monarca, el Sr. D. Carlos III, que Dios guarde, con
notable aclamacion y alegria, sazonada con el consuelo de que ninguno de los
nuestros hubiese perecido en la accion; de cuyo particular beneficio, atribuido
con justicia á la Reina Purísima de la Concepcion, que llevábamos colocada
en la bandera y en los corazones, rendimos devotas acciones de gracias, salu-
dándola con ternura el rosario, que todos juntos repetimos en voz alta.
25. Esta es la memorable jornada que puede nombrarse de Manan-
chili, por la inmediacion á este sitio. Murieron en ella 370 indios, inclusas
en este número muchas indias, que venian como auxiliares de sus maridos ó
parientes, á quienes ayudaban con las piedras, de que venian bien cargadas,
para alcanzarlos á los hombres; trayendo tambien consigo como por arma
propia, unos huesos de bestias, con las puntas muy agudas y afiladas, para de-
fenderse ellas mismas, como lo intentó alguna contra los mios, que castigaron
su obstinación y osadia. Sábese que el número de los indios que entraron en
la funcion, subia hasta el de 5,000, segun lo refirió uno de ellos, que, aunque
muy herido el dia antes, alcanzó hasta el siguiente, en que murió, despues de
haber confesado y declarado lo que ya queda dicho.
26. Proveí aquella misma noche del 16, en que aconteció este suceso,
como queda arriba relacionado, de cartuchos á los soldados, y de lanzas, para
suplir el defecto de las que se rompieron ó se torcieron al herír á los indios, que
traian sus cuerpos como forrados de pieles duras y gruesas para resistir estas
armas. La fuga de esta canalla debió de ser continuada por la noche, porque
al dia siguiente 17, en que me mantuve en el campo, no pareció uno de ellos,
y reconociendo por mi mismo hasta el sitio en que estuvieron el dia ante-
rior, supe que se habían retirado á las montañas de la mencionada estancia de
Chingara.
27. Con esto, mandé pasar el rio hácia esta banda, con ánimo de salir
el 18 al atajo de los que acaso hubiesen hecho lo mismo por frente de Juliaca:
pero no les habia quedado mucho deseo de acercarse á nosotros con la refrie-
ga pasada, y antes bien, los indios de pueblo de Guaca, ó sus inmediaciones,
escarmentados en el ejemplo de los otros con este golpe, se presentaron aquel
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