Page 93 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
P. 93
Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
hoy el sitio, con ambos cuchillos o con la espada penetrante de dos filos, aun-
que la mayor para mí es no tener todas las fuerzas del mundo unidas a mi
propio individuo.— No sería lo más el haberme servido de estos medios, si
reservase en mi mano el patrimonio de la iglesia y el mío. He dicho a los emi-
sarios que han venido de la Junta de Guerra y también lo protesté en la que
hubo de clérigos en mi casa, que no repararen en los gastos que pide la oca-
sión, por lo que a mi respecta, pues todo mi caudal, tal cual sea él, se emplea-
ría a favor del Rey y de la causa pública, sin reservar el Pontificial.— Ni dejo
de ayudar con otros arbitrios, que sugieren la razón y la prudencia, que aun-
que no se hallan en mi persona, con la instrucción del arte militar, adelantan
algo, con los deseos que tengo de aprovechar; salgo a la plaza, así para bende-
cir las tropas urbanas y provincianas, que se me presentan, como para dar al
público ideas del interés que tengo en la operación presente, para que si es
posible, se logre algún grado de fervor con este arbitrio, como ya se recono-
ce.— Estoy actualmente atrincherando el cementerio de mi Catedral, que tie-
ne bastante extensión, para defender toda la plaza con sus entradas principa-
les. Si entramos en la acción podrán ocupar este sitio dos mil hombres con
artillería y fusiles, y la obra se perfeccionará de modo que sirva de bastante
consuelo. Como las armas escaseaban he puesto exquisitas diligencias para
que manifiesten los clérigos, las que tenían y no contento con estas he com-
prado escopetas y lanzas, para que se junten a las adquiridas y no haya falta en
las que son necesarias para una defensa tan difícil.— Aunque los indios por su
imbecilidad y rudeza, no deben ser apremiados con censuras, he puesto de-
claratorias contra el rebelde en todas las puertas de las iglesias de esta ciudad
y las demás de las provincias, que comprende la sesión, obligando a los curas
a que las fijen a todo riesgo, a que públicamente exhorten a los pueblos a la
obediencia del Rey, sin adherir al partido contrario del Indio, quien acaso
podrá entrar en temor de la excomunión mayor y retirarse de la empresa, la
que igualmente comprende a los que la acompañan, fomentan, prestan auxilio
y favor. Híceme cargo de que por la atrocidad de los delitos, que ha contraído
el Indio, por público ladrón, incendiario y devastador, merecía este castigo de
la iglesia, ya que ha tenido bastante deliberación para los excesos en que ha
incurrido, siendo regular que él y los demás parciales, si tienen capacidad
para la culpa, también la tendrán para merecer la pena y sufrirla; si este reme-
dio no tuviese efecto, a lo menos habré cumplido con haberlo ministrado,
para que nada se omita, a fin de que se atrase un mal, que puede trastornar
92