Page 90 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
             a Vuestra Señoría Ilustrísima una idea sucinta del suceso, según el aspecto que
             tiene al lado de la provincia y a la desgracia de su corregidor, que no se podrá
             suficientemente ponderar, si el tiempo no da muchos espacios. Yo no puedo
             contener las lágrimas al considerar en que disposición se hallaría un hombre
             conducido a la horca; por un indio cacique, por los mismos pasos que lleva un
             reo, a quien se le condena a la pena ordinaria. Arriaga fue preso, se le pusieron
             grillos y esposas, se le intimó con tres testigos, una especie de sentencia, que
             pudo formar el indio y no se sabe su contexto; se le puso en capilla, se le asig-
             nó confesor, fue sacado al cadalzo con verdugo, y dos o tres sacerdotes, allí se
             le degradó del empleo militar que tenía; y asi fue suspendido al patíbulo con
             una mortaja de San Francisco, añadiéndose la contingencia dolorosa, de que
             se quebró el ahogador con el peso del cuerpo, al que nuevamente le colgó con
             otro lazo, sin que volviese a subir el verdugo, para mayores fatigas del mori-
             bundo, que acabó de sofocarse, con su propia gravedad.— Ya he dicho a Vues-
             tra Señoría Ilustrísima, que esta relación diminuta, todavía tiene que seguir
             mucho, en el espanto que ha causado la novedad por el semblante, que hace a
             este vecindario, cuya confusión no se podrá describir con los más negros co-
             lores. Todos se hallaron prevenidos con una especie de haberse declarado por
             esa Real Audiencia a este indio, la descendencia legítima del Rey Tupa Amaro,
             aunque ello es falso, por que estando pendiente la causa con un tal Garcia di-
             cen que éste impetró cédula, para que los autos remitiesen al Consejo; pero
             sea de esto lo que fuere, la noticia es maligna para los indios, fáciles a la seduc-
             ción; por ella se recelaba, que todos los pueblos conspirasen a un fanatismo,
             sin embargo, de que el sedicioso, sólo refería sus acciones, a órdenes del Rey,
             sin expresar más; esta sospecha hacía traer a la imaginación, el colmo de la
             infelicidad sobre el reyno, si se consideraba la marcha del sublevado en dere-
             chura a esta ciudad, cuya falta de defensa agravó por instantes el temor, a
             vista de la poca munición y escasez de armas, sobre ser la mayor parte del
             vulgo, o todo el de indios, cholos y mestizos, que más participan de lo prime-
             ro y sus inclinaciones, que de la nobleza española, alegándose otras conside-
             raciones, que hacían volar el terror y el espanto por las calles.— En medio de
             tanta turbación, por esta adversidad, que me ha tocado en lo mas vivo del
             corazón, en la fidelidad al Rey, que hace mi corona y timbre y a las obligacio-
             nes de pastor, que demandan la efusión de toda mi sangre, en servicio de
             ambas majestades y aún habiéndome llegado las aguas hasta la garganta no he
             permitido, que una tribulación tan repentina, llegue a embargarme todos los



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