Page 697 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            nos aprisionaron los enemigos y nos despacharon con la mayor ignominia del
            mundo para el pueblo de Tinta y en todo el camino, por siete veces nos sentencia-
            ron a muerte; y en nuestros ruegos y clamores nos hicimos llevar hasta el pueblo
            de Chamaca, de donde hicimos la fuga, mediante Dios y el favor del Cura, quien
            por una oroya nos hizo pasar y nos trajo por unos caminos extraviados, sin que
            nos viese alma viviente y nos juntamos en este Santo Tomás con los nuestros el día
            veintitres del corriente, a las cinco de la tarde: de lo demás de nuestras felicidades,
            damos parte a Vuestra Señoría Ilustrísima en la carta que escribimos entre todos
            mis compañeros con curas y sólo quedo prosiguiendo a nuestro destino, como
            fieles vasallos de Su Majestad. Nuestro Señor guarde la vida de Vuestra Señoría
            Ilustrísima por muchos años, para nuestro consuelo y amparo.— Santo Tomás y
            marzo veinticuatro de mil setecientos ochenta y uno.— Besa la mano de Vuestra
            Señoría Ilustrísima, su más atento siervo y rendido Capellán.— Pedro de Santiste-
            ban.—




                    (Al margen: Otra del Doctor Don Juan Antonio Palacios, Cura de Mara).
                    Ilustrísimo Señor.— Señor: son imponderables los beneficios que expe-
            rimentamos de Dios en esta Provincia, pues no se da paso que no sea feliz, ni
            dificultad que no se haya vencido. Ya sabrá Vuestra Señoría Ilustrísima, que mis
            compañeros triunfaron de los enemigos, con cuatro victorias que consiguieron en
            las batallas, en los cerros de Santo Tomás, con bastante matanza de los rebeldes
            y de los caudillos, Parvina y Bermúdez, derrotando a los restantes, que así con
            ninguno perjuicio de los nuestros. Entretanto, habiendo quedado y al resguardo
            de las entradas de Mara y Pitic, por haber dejado dicho Parvina y Chuquiguanca,
            un trozo de su ejército a que invadiese a esta parte; en este empeño tuve varios
            combates y habiendo requerido de parte de nuestro Monarca con la paz y perdón,
            los forzados se obligaron a rendirse; y el día citado que iba alistarlos bajo la ban-
            dera de su Majestad, los rebeldes me presentaron batalla hasta cerrar el día, en que
            por el estorbo del río y la inferioridad del sitio en que me hallaba, no pude lograr
            entera victoria, la que mediante Dios conseguí el día veinticuatro, esforzándome
            a pasar con alguna parte de gente, venciendo la rapidez del corriente y la resisten-
            cia de los contrarios, quienes se dieron a la fuga; en cuya coyuntura pude salvar
            al Capitán Juan Aguado (que lo forzó a serlo Parvina) y otros del terror; a éstos
            los tengo presos por asegurar la promesa de su lealtad y por hacer algún amago
            a los traidores, encendieron los soldados dos chozas, vencidas estas dificultades


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