Page 689 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            de media legua muchas más crecidas tropas de los rebeldes, que regulamos de
            cuatro a cinco mil hombres, que a forzada marcha venían cogiendo los altos de
            una cuchilla, llamada Quihiohuiri, indispensable tránsito para nosotros, cuya fi-
            gura es una loma encrespadísima y escarpada hacia la mano derecha, de altísimo
            precipicio y de igual hondura hacia la mano izquierda y por la frente de nosotros
            hace el mismo camino una quebrada, como de cincuenta pasos de hondura, así a
            la medianía de esta dicha cuchilla de la mano izquierda, viene otra loma quebrada
            a atravezar aquella, en cuya oportunísima situación lograron los rebeldes fortifi-
            carse, coronando todos los altos, así de la alta cuchilla, como de la otra loma de la
            mano izquierda, de suerte, que al atacarlos nos podían batir con toda capacidad de
            dos o tres partes y precisamente les habíamos de embestir por el mismo camino
            que coge la falda de la cuchilla superior hacia la izquierda, pues a un lado y otro es
            quebrada y sólo hay en el camino el ancho de cien pasos: reconocido por nosotros
            el terreno, entramos en consulta de nuestra determinación y hallamos que si nos
            retirabamos, era insolentar convidencia la pertinacia y osadía de los tiranos ene-
            migos y luego nos picarían la retaguardia. Si procurábamos faldear y bajar por la
            mano derecha a coger unas llanadas que había abajo, franqueábamos nuestro ejér-
            cito y dábamos a los contrarios enteramente las alturas; si por la mano izquierda
            era idéntica la dificultad, en cuya atención se entró ya en el retrum si sería pruden-
            te el ataque precisamente a discreción de los contrarios o si estaríamos a la defen-
            siva; y fuimos unánimes de sentir, que dejando los equipajes con la guardia corres-
            pondiente lo determinásemos sin dilación, fundados asi en las ejemplares batallas
            antecedentes, que casi fueron otros puestos semejantes, como también en que la
            multitud excesiva de los contrarios, era toda confusión y que nuestro orden solo
            sería capaz a desbaratarla una tropa veterana y de iguales armas de fuego, en que
            a nuestro parecer excedíamos a ellos. Y que toda la dificultad consistía en ganarles
            los treinta o cuarenta estados que tendrían de altura; para cuyo efecto empeñaría-
            mos nuestra fusilería, haciendo el ala derecha por la misma cima de la loma; la
            columna del centro llamaría la atención de los contrarios por el medio; la ala iz-
            quierda iría en derechura a abatir a los que se situaban en la loma que atravezaba,
            para que al mismo tiempo que defendiese no perjudicasen los contrarios a las dos
            columnas que batían la loma superior; tirasen a cortar a los enemigos que se for-
            tificaban en esta, cuyas acertadísimas disposiciones ejecutadas al rigor del orden,
            así por los señores comandantes de la columna del centro, como por el Cura Co-
            mandante del ala derecha, el Licenciado Don Juan Carlos García, y el Comandan-
            te Cura de Cuyllurqui, Licenciado Don Francisco Montejo, produjeron los



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