Page 687 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            salido un trozo de ellos como de veinticinco hombres con banderas blancas; pero
            llegados a un morrito que está al pie de la eminencia de su dicho campamento,
            quedaron como esperando que los hablásemos nosotros y sí le despachamos un
            mozo, asegurándoles que no tuviesen recelo de lo ofrecido por nosotros y que de
            una vez viniesen a la reducción que tanto les convenía; cuya respuesta fue que se
            acercasen los curas para efectuarlo, en que no pusimos reparo y solo fue la disputa,
            en sí iría fulano o sutano, porque todos deseosos de ajuste de tanto gusto, se con-
            vidaban a ir a compactarlo: Determinóse en fin, fuesen el Señor Cura de Chuqui-
            bamba, por mas lenguarás y el Señor Cura de Guayllate; aunque a la verdad, los
            señores comandantes y dichos tenientes coroneles, no accedieron positivamente a
            la determinación de la ida del segundo cura, por estar éste señalado entre los ene-
            migos, pasaron no obstante dichos señores curas y convidó de su voluntad Don
            Antonio Santisteban, Presbítero, que con igual celo nos ha acompañado en todo,
            con el justo pretexto de acompañar a su hermano, el Señor Cura de Chuquibamha:
            De la parte contraria se adelantó uno, con quien parlaron los señores curas, éste
            los redució a que se acercasen, asegurándoles que alli estaba Don Tomás de Chu-
            quiguanca, jefe principal de aquella tropa de traidores, y llevados del nimio celo
            con que se interesaban en el ajuste de esta deseada composición, se llegaron y
            luego con cautela los cogieron las espaldas, diciéndoles que pasasen adelante sin
            cuidado a la carpa de Chuquiguanca, lo que ya les fue forzoso ejecutar sin resisten-
            cia, aunque con sentido en la traición que se les hacía. Hubo mil aparatos de guar-
            dias y contraguardias, para llegar a dejarse ver el traidor indigno de Chuquiguan-
            ca, quien los habló desde lejos, haciéndoles cargo de las guerras antecedentes, que
            les habían dado nuestras tropas; y por qué los señores comandantes y demás seño-
            res que gobernaban no venían a la composición prometida, dicho esto con tanta
            autoridad y desverguenza, que ni un Monarca el mas entronizado. Ultimamente
            les mandó pasasen adelante para que no fue paraje; mas el Cura de Guayllate,
            despavilando la luz de la industria les dijo, que sin duda estos señores vendrían a
            parlar con él por el intensísimo deseo que tenían de que todo se concluyese, en
            beneficio de la paz y tranquilidad, y para este efecto era muy necesario que él re-
            gresase a suplicarlo y persuadirlos, y que sin duda vendrían luego para que todo se
            serenase; a que convinieron todos los de aquel vil congreso, alucinado de la efica-
            cia y sagacidad con que les propuso el dicho Cura, en cuya atención lo dejaron
            venir, dando muchas gracias a Dios de haber libertado de las manos de aquella
            ruin chusma, premiándole su divina providencia el recto celo de su intención,
            aunque por otra parte él y todos consternados del Señor Cura de Chuquibamba y



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