Page 688 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            su hermano, que quedaron como en rehenes, sin otra esperanza de redimirlos, que
            un pronto y riguroso ataque a que luego nos determinamos, pero nos imposibili-
            taba una nevada, que nos caía tan cruel y destemplada, que ya no había alientos
            para sufrirla en aquel desamparo y con los horizontes tan cerrados, que a media
            cuadra no se distinguía a los que teníamos por delante; mas, empeñados en la
            deliberación persistimos en el puesto con la gente formada algún rato más, con
            que pudimos ver, que les entraban algunas tropas por la parte de Santo Tomás y
            vuelva a cerrarse, se pensó con mejor acuerdo, acampamos dos cuadras más atrás,
            haciendo una cautelosa retirada para asaltarlos como de sorpresa: hízose así, toca-
            mos la retirada, formamos nuestras carpas, toldos y demás acampamento y con la
            misma presteza volvimos sigilosamente a reunir y ordenar nuestras tropas, todos
            a pie, a excepción de los que mandaban; y aunque la nevada nos apuraba. marchá-
            bamos forzadamente al puesto de los enemigos, que con nuestra fingida retirada
            estaban algo descuidados con sus bestias desensilladas y merendando; mas luego
            que conocieron el movimiento se pusieron en armas; pero se les atacó con tanta
            intrepidez, que apenas tiraron cuatro hondazos y volvieron las espaldas, escapan-
            do el que mas bien librado de la vida: dejaron todos sus equipajes hasta las merien-
            das de que se aprovecharon los nuestros y se hicieron de carpas, caballos y mulas,
            y demás que es consiguiente a un formal acampamento de dos mil y más hombres
            dignos de tal obsequio; pues habían estado los pobres con indecible constancia y
            heroico celo en defensa de la real corona, casi sin comer tres días con tres formales
            batallas consecutivas, empeñándonos en recoger los papeles del indigno Chuqui-
            guanca, que fueron muchos, y de notables circunstancias, para comprobación de
            sus viles alianzas y conocer las intenciones de sus designios. Todos los cuales aper-
            cibieron los señores comandantes para insertarlos en la carta del Señor Visitador
            General: esta función hubiera sido asunto de que ninguno de esta chusma hubiese
            escapado con vida, pero apenas se le siguió la retaguardia algunas cuadras, por
            haber sido muy tarde y anochecido luego; contentándonos con la derrota expresa-
            da y recogemos a nuestro campo ya dispuesto, con uno o dos heridos, y un fusile-
            ro muerto, porque se adelantó tanto que se metió entre los enemigos, sin poder ser
            favorecido; pero de los contrarios murieron como cosa de ciento y cincuenta. Al
            cura de Chuquibamba y su hermano Antonio, no pudimos rescatar, porque el vil
            Chuquihuanca, luego que regresó el de Guayllate los había despachado a Velille.
            Quedamos esta noche tan satisfechos de la desolación de las tropas de Chuqui-
            guanca, que creímos no fuesen capaces de reunirse y volver hacernos frente; pero
            apenas amaneció el día veintiuno, entramos en nueva confusión al ver a distancia



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