Page 686 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
P. 686
Volumen 3
Inicio de la rebelión
dos columnas, en donde asimismo hicieron alto por orden de los señores coman-
dantes, quienes empeñados en avasallarlos con cariñosas persuaciones, antes que
con el rigor de las armas, se mantuvieron con considerable incomodidad de frío,
agua y viento, en aquella posición sobre dos horas hasta el extremo de acercarse el
Señor Cura de Cuillurqui y pedirles hincado de rodillas, no fuesen tan apóstatas
de la razón y causa de la perdición trágica de sus pueblos; pero el tirano jefe que
los mandaba no convenía a proposición regular hasta mandar romper la batalla
con descomedidas galgas y batidores honderos: pero roto el riguroso espíritu de
los señores comandantes y de los tenientes coroneles Don Francisco de Laysequi-
lla y el Doctor Don Julián de Capetillo, que con heroicidad conducían al frente la
columna del medio, picaron sus caballos y alentando a sus fusileros y demás gente,
fueron los primeros que a pesar de los viles traidores y de los peligros de las galgas,
hondazos y escabrocidad de la fortaleza la coronaron; siendo sus personas las más
distinguidas y plausibles banderas del glorioso triunfo que conseguimos este día,
quedando muertos de los rebeldes enemigos sobre ochenta y tantos en sus mismas
trincheras y de los nuestros, uno u otro herido de los indios, y todos con recípro-
cos plácemes, pues a la verdad, que cada uno procuró distinguirse en el desempe-
ño cuanto le fue posible, retirándose los enemigos avergonzados a su campamen-
to, que lo tenían media legua distante, en otro no menos ventajoso puesto llamado
Chaco y nosotros lo hicimos esta noche en este cerro, que acabábamos de ganar.
Luego que amaneció el día veinte, divisamos los enemigos en las alturas del cerro
ya dicho de Chaco, que se preparaban a su defensa; y aunque nosotros deseaba-
mos entrar luego en batalla por derrotarlos de una vez, no fue posible ponernos en
marcha hasta más de medio día, a causa de una perenne nevada, que nos cogió esa
noche, con que dispararon las cabalgaduras y no se encontró una rama de leña
para que almorzace la gente y nos desayunásemos nosotros: pero al fin, de esta
suerte formamos nuestro ejército en batalla, en la antecedente conformidad y nos
encaminamos al castillo de los contrarios, lo que visto por ellos, tuvieron el ardid
de escribirnos· una carta, que en esta oportunidad presentan al Señor Visitador
General los señores comandantes, suplicándonos perdón y que estaban prontos a
reducirse a la debida obediencia de nuestro Monarca; lo que creímos nosotros,
porque en traidores, ruindades y vilezas, está de su parte todo el Partido; y así le
respondimos, que no deseábamos otra cosa y que saliesen luego con banderas
blancas y desarmados, a cumplir lo ofrecido por ellos: En cuyo consentimiento,
seguimos nuestra derrota hasta llegar a ·una cuadra de distancia de la situación de
ellos, en donde hicimos alto, creyendo que de facto venían a rendirse, por haber
685