Page 684 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
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            rindiesen sus armas y acatasen con el respeto debido las reales banderas de Su
            Majestad, asegurándoles en su nombre mediante el Auto del Señor Visitador Ge-
            neral, que si así lo ejecutasen serían indultados del feo y criminoso delito en que
            estaban incursos y se les trataría como a fieles vasallos, sin inferirles el mas leve
            perjuicio: mas, obstinados en su rebeldía no hubo medio de persuadidos, antes
            bien insolentados con nuestras cariñosas reconvenciones empezaron a abatirnos
            con sus hondas, en cuyo acto recibió el Teniente Coronel Don Julián de Capetillo
            una pedrada en un hombro, lo que visto por nosotros y por los señores coman-
            dantes, fue ya preciso mandarlos atacar y pasar a todo trance a la otra banda, lo
            que se ejecutó con tan rigurosa presteza de parte de nuestras tropas, que en menos
            de media hora fueron derrotados enteramente y muertos en la campaña treinta y
            tantos, sin pérdida ninguna de nuestra parte: siendo imponderable las eficaces
            diligencias que cada uno hacía a ejemplo de los jefes, por arrojarse al río, parecién-
            doles mengua no ser de los primeros en el lauro de la acción. Entre cuyas operaci-
            cones se hizo notable la del Señor Cura de Cuillurqui, que comandando los indios
            de su Doctrina y otros agregados vió que cogieron por el ala izquierda río arriba
            precipitados de la belicosa ardencia que fue consiguiente y llevado de su honor y
            paternal afecto se arrojó hacia unos caseríos, que estaban adelante, a contener el
            riesgo que llevaban los suyos por aquella parte, de donde emboscados algunos
            indios contrarios le embistieron feroces y poniéndose en defensa recibió un rejo-
            nazo, que le pasó felizmente la casaca, chupa y chaleco interior, por la parte de un
            costado, quedando el cuerpo sin lesión, pero pagó el traidor su osadía con la vida,
            porque de otro más acertado rejonazo se la hizo lanzar el dicho Cura y socorrido
            inmediatamente por los suyos, se pusieron en fuga los demás viles rebeldes, con
            que se terminó el encuentro de este día, pasándonos acampar a los altos mas ven-
            tajosos para la precaución de la noche.— El día diecinueve celebraba la misa, así
            por el glorioso día, como por la prosperidad del antecedente pasaje, se dispuso la
            marcha por una pampa espaciosa, compuesta de tres columnas: en la del medio
            colocaron las compañías de fusileros, rejoneros y garroteros españoles, conducida
            al frente por los señores comandantes y por los tenientes coroneles Don Francisco
            de Laysequilla y el Doctor Don Julián de Capetillo: en el ala derecha, se formó la
            segunda columna de los indios de Guayllate, Marnara y Ayneguanca, comanda-
            dos por sus respectivos curas Igualmente se dispuso la tercera en la ala izquierda
            de los indios de Coyllurqui, Chuquibamha y Pituguanca, con separación de doc-
            trinas y con el distintivo de sus banderas, para que entrados en acción se operase
            sin confusión, ni desorden. En el centro de las columnas se situaron los equipajes,



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