Page 586 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
una larga y triste experiencia ser la ruina de estos miserables, a quienes aca-
rrea innumerables daños y perjuicios de toda especie sin que para evitarlos o
disminuirlos hallan bastado; ni las sabias y santas precauciones con que la
Real Cédula de esta permisión los concedió; ni el prudente arreglo de tarifas
que se hizo respectivamente a cada provincia; ni la junta de señores Ministros
de esta Real Audiencia que se estableció a este fin, ni el cuidadoso celo de esta
Real Audiencia en desagraviar á los indios, que han presentado sus quejas por
exceso en cantidad o calidad de los efectos repartidos o en la cuota de su pre-
cio, o en el modo de exigirlos; ni los repetidos autos de este Real Acuerdo ex-
pedidos para precaver estos males, continuando siempre el daño y tomando
aumento cada día generalmente, a pesar de las providencias justas y arregla-
das del Superior Gobierno y Real Audiencia, que en la práctica ha hecho ilu-
soria muchas veces la distancia de las provincias y su constitución y la difícil
averiguación en particular de los excesos de sus corregidores que, a estímulos
de sus deseos de ganancia, toman todos los medios de lograrlas a costa del
sudor y sangre de los miserables indios, eludiendo las resoluciones de justicia
con la opresión de los querellosos y otros arbitrios, sin que esto llegue a noticia
de los tribunales en oportuno tiempo para remediarlo con el más severo es-
carmiento de sus autores. Y considerando que el mismo plan de la permisión
de estos repartimientos es en la ejecución inexpedible, sin incurrir casi nece-
sariamente en el abuso; empezando éste por el repartimiento involuntario, sin
que haya modo de conseguir que sólo distribuyan a los indios efectos que pi-
den y necesitan, continuando en el exceso de su cantidad, calidad y precio y
terminando en los horrores de su exacción. Que todo resulta de ser cada co-
rregidor juez y parte de los contratos y comercios, que revestido de toda su
autoridad celebra con sus súbditos infelices, y lleva a ejecución a su antojo con
las armas de la justicia. Y después de muchas y profundas reflexiones sobre ser
moralmente imposible o sumamente difícil, como lo tienen acreditado la ex-
periencia, de que en semejantes contratos se logre y verifique la plena libertad
y consentimiento del súbdito miserable, ni el método reglado y conforme a las
leyes de cobrarle lo que debe, según y como pueda satisfacerlo, de que forzo-
samente resultan todos los gravísimos daños de coacciones en el repartimien-
to, violencias y crueldades en la exacción y para decirlo de una vez: la ruina y
exterminio de los indios que se vé caminar a grandes pasos. Todo en ofensa de
la religión, en atroz injuria y daño de esta pobre gente tan recomendada por el Rey
y por si misma, en despoblación de las provincias, en atraso muy considerable del
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