Page 571 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
siempre que haya cualquiera cosa que deba comunicar a Vuestra Señoría Ilus-
trísima, siendo a mi costo todo, pues en servicio de mi rey no digo estas ridi-
culeses, mi corta hacienda, mi vida y honra son suyas. Yo desde que tuve no-
ticia de estas novedades, no he cesado de persuadir a mis feligreses a la debida
obediencia a nuestro soberano por todos los medios que puede producir mi
tal cual talento y proseguiré del mismo modo, siempre amante y fiel vasallo de
Su Majestad. Yo he sido, quien dí la primera noticia de estas calamidades al
corregidor de esta provincia para que viniese de Cotahuasi donde estaba,
como lo practicó casi solo y a grandes jornadas. Y quedo aquí expuesto con la
ausencia de los españoles, a todo lo que la suerte quisiere prepararme mas
siempre con el ánimo firme de cumplir con mis obligaciones. Estoy a la obe-
diencia de Vuestra Señoría con el más profundo respeto y ruego a Dios, guar-
de su vida los muchos años que deseo y la Santa Iglesia necesita. Livitaca,
veinte y tres de noviembre de mil setecientos y ochenta.— Beso la mano de
Vuestra Señoría Ilustrísima su más reverente súbdito y capellán.— Vicente de
Jarás.— Ilustrísimo Señor doctor Don Juan Manuel de Moscoso y Peralta.—
Concuerda este traslado con la carta original que en él se refiere, la que está y
queda entre los demás papeles de esta Real Junta de Guerra a que en lo nece-
sario me remito. Y para que de ello conste doy el presente de mandato verbal
de los señores de dicha Real Junta de Guerra en esta gran ciudad del Cuzco en
veinte y siete días del mes de noviembre de mil setecientos ochenta años, sien-
do testigos Pedro Céspedes, Gregorio Tinaco Casimiro de Vera presentes.—
En testimonio de verdad.— Tomás de Villavicencio.— Escribano de Su Majes-
tad y Público.
(Al margen: Carta).
Señor Doctor Don Josef Domingo de Frías: Muy señor mio y de mi
mayor estimación: La ciega obediencia que tengo con mi prelado me ha res-
tituido a esta su doctrina de Quiquijana, donde quedo en igual conflicto y
temor que antes a causa de haber encontrado los atentados de aquel rebelde.
Como es, el de que mandase quitar el cedulón de la puerta de la iglesia y en
contraposición de ésta, como dando a entender a esta gente, ha mandado po-
ner en una esquina de las casas del Cabildo un auto en que manda que todos
se hallen subordinados a sus órdenes, pena de la vida; sin atender a otras que
vengan. Sin que en estos tengan mis voces ni persuaciones aceptacion con la
gente, ya por conocerlos que su inclinación esta declarada al rebelde y así sólo
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