Page 574 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen 3
Inicio de la rebelión
este abuso y mirar por el bien público. Por tanto, a todos los vecinos del dicho
pueblo prevenga el encargo que para obviar en adelante cualesquiera estrago,
se sujeten a este mi auto; que es fecho en este pueblo de Tungasuca y no-
viembre veinte y dos de setecientos ochenta.— Don José Gabriel Tupa Amaro
Inga.— Concuerda este traslado con la carta original y copia del auto a que me
remito y para que conste de orden de los señores de la Junta de Guerra, doy
el presente en el Cuzco en veinte y nueve días del mes de noviembre de mil
setecientos y ochenta.— En testimonio de verdad.— Juan Bautista Gamarra,
Escribano de Su Majestad, Público y Cabildo.
(Al margen: Carta).
Excelentísimo señor.— Muy señor mío: Al antecesor de Vuestra Ex-
celencia avisé mi arribo al puerto de Buenos Aires en diez y seis de mayo
próximo pasado y mi destino al gobierno de Chuquito, luego que cumplo su
tiempo el Teniente Coronel Don Benito Vial.— Con este fin sali de Buenos
Aires por el mes de agosto y en el pueblo de Ayaviri de la provincia de Lampa,
me informó el correo que pasaba a Potosí los desórdenes en que dejaba la de
Tinta, pidiéndome con los mayores encarecimentos retrocediese para la costa,
porque perecería indefectiblemente si continuaba mi derrota a esta ciudad.—
No accedí a ese dictamen porque me hicieron más contrapeso las obligacio-
nes de un fiel vasallo del Rey y de un honrado vecino, que la seguridad de mi
propia vida; y así, valiéndome de los conocimientos locales que adquirí ahora
veinte y cinco años, siendo corregidor de la provincia de Quispicanche, con-
finante con la de Tinta, me arrojé por las cordilleras de ambas provincias, sin
equipajes, cama, tienda, ni mas abrigo que la ropa que traía en el cuerpo hasta
llegar a esta ciudad, con sólo cuatro criados que me acompañaban.— Entré
en ella el veinte y uno del corriente a las cinco y media de la tarde y, dirigién-
dome a las casas capitulares, ofrecí mi persona al caballero corregidor y a la
ciudad, para que dispuciesen de ella a todo sus arbitrios. Y dada esta prueba al
público de mi fidelidad al soberano y a la Patria, pasé a las casas de mi familia
a enjugar las lágrimas que la oprimían, con la consternación general de todo
el pueblo.— Hanme conferido el cargo de Mayor General de estas milicias,
sin duda consultando más a la necesidad de oficiales del ejército que a mi su-
ficiencia. Sin emhargo yo haré los últimos esfuerzos para defenderla y llenar
todas las obligaciones de un fiel vasallo.— He nombrado por mis edecanes a
los capitanes de granaderos Don Mariano Campero, mi hijo y a Don Gaspar
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