Page 554 - La Revelión de Tupac Amaru II - Vol. III
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Volumen  3
                                                                         Inicio de la rebelión
            están a mis órdenes cuatro provincias y otras, que solicitan mi amparo, para
            sacarlas de la injusta servidumbre que han padecido hasta el día, en que es-
            pero de la Divina Providencia me alumbrará para un negocio que necesito
            de toda su asistencia para su feliz éxito y para que así se tenga entendido, se
            fijarán ejemplares en la capital y demás pueblos de este edicto. Tungasuca y
            noviembre quince de ochenta.— Don José Gabriel Tupa Amaro Inca.— Con-
            cuerda con su original que queda en mi poder y al que me remito y para que
            así conste lo firmo con testigos, yo Don Vicente de Flórez y Dávila Corregidor
            y Justicia mayor por Su Majestad de esta provincia de Lampa a veinte y seis de
            noviembre de mil setecientos y ochenta.— Vicente Flores Dávila.— Martín de
            Sugasti y Foronda.


                    (Al margen: Carta).
                    Muy señor mío: Anoche, recibí una de Vuestra Señoría, respuesta de
            mi primer exorto, en que me dice remitirá algún auxilio de tropa de milicias;
            pero que no podía disponer de la tropa del Callao, sin orden expresa de Su
            Excelencia. En cuya consecuencia, me ha parecido conveniente al servicio del
            Rey decirle, que estas cosas están en una situación en que debemos, sin un au-
            xilio fuerte, desconfiar mucho del buen éxito de nuestras operaciones. Las tro-
            pas que salieron del Cuzco, según uniformes noticias e infinidad de documen-
            tos que en mi reservo, fueron atacadas o sorprendidas, y apenas pudo escapar
            quien llevase noticia, con cuyo accidente lograron los enemigos apoderarse
            de todo su armamento, pertrechos y municiones. El cuerpo de su ejército (lla-
            memosle así) se aumenta por instantes crece su valor a vista de sus triunfos y
            caen igualmente los ánimos de esta pobre gente bisoña, tan falta de espíritu y
            pericia militar como de armas y demás requisitos; y pregunto yo, qué haremos
            con poner al frente del enemigo tres mil bultos, que dejaran de serlo en el
            primer instante que en sus inmediaciones sientan media docena de halas o de
            piedras? otra cosa será en las presentes circunstancias, modo de conservar el
            reino, resguardar esa ciudad, no creo habrá nadie afirme la proposición: en un
            cuerpo acancerado no creo será método de curarlo, estando el mal en la caja
            de él, aplicar las medicinas a una mano; qué haremos, pues, si vencidas nues-
            tras débiles fuerzas y apoderado el Rebelde de los corazones y auxilios de estos
            indios, que componen todas provincias, llegase como es regular a internar a
            esa? Acaso se persuade Vuestra Señoría, que entonces basten ciento y veinte y
            cinco hombres a vencer tan formidable cuerpo? No señor, desengañémonos;



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