Page 748 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                                         Las memorias de Juan Bautista Túpac Amaru
            bían hecho una ley superior a la autoridad del Consejo; mas aquí sólo obraba
            la animosidad contra los americanos. Mi compañero conociendo este motivo
            procuró eludir su influencia, me hizo solicitar trasportarme por enfermo a
            Algeciras para que si de allí no conseguía mi libertad pudiese asilarme a Gi-
            braltar de donde no me sería difícil el viaje a América.
                    Al tiempo de conducirme ya para el muelle con todo dispuesto para
            embarcarme a Algeciras, concedida la licencia y nombrado por apoderado
            Don Francisco Irnardi para el cobro de mis sueldos, me sucede la desgracia
            más aflictiva que podía venirme; caigo por once escalones bien elevados, me
            rompo un brazo y quedo con todo el cuerpo lleno de contusiones.
                    Se puede concebir fácilmente si esperaría en este momento restituirme
            a América; en mi edad creía muy morosa si no imposible mi sanidad; por otra
            parte, yo no podía exigir de mi compañero por más tiempo su asistencia con
            perjuicio de su partida a América, mi corazón no podía ver que la sacrificase
            para mí; le dije con instancia que me dejara, que tal vez una mudanza en el
            espíritu del gobierno no le permitiese salir de aquel presidio; y no fué esta
            franqueza de mi parte sino un motivo más para conocer de la suya su sarían
            en Europa por quiméricos; mis males sintieron un consuelo magnanimidad,
            su humanidad y sentimientos tan generosos que pararon con su contestación,
            protestó no abandonarme y mostrándose ofendido me dijo «que cómo espe-
            raba de él que me privara de sus cuidados y asistencia en los momentos que
            más la necesitaba; que no volvería a América jamás si supiese dejarme entre
            mis enemigos, y privarlo del placer de servirme». Ciertamente entonces lo
            hizo con tal tino que el cirujano que vino a verme, a su solicitud, aseguró que
            las fracciones habían sido tan bien colocadas que él nada tenía de hacer más.
            ¡Cuánto puede el interés de la amistad!
                    Con nuevos males se aumentaron los de mi miseria, fué preciso ir al
            hospital, sufrir mucho de esta guerra en que se ponía conmigo todo español
            en cualquiera ocasión; y yo hubiera perecido en esta circunstancia si el esmero
            de mi compañero me abandona; él mismo me traía la comida, ésta era hecha
            de sus manos, y él consiguió por medio de su celo poder tener como darme
            estos socorros, porque el hospital los daba a la miseria tan mal, que era mejor
            renunciarlos, sin hacerlo a otras pequeñeces que eran las únicas porque me
            mantenía allí, y estuve 20 días; en ellos jamás este humano compañero permi-
            tió que muriera en mí la esperanza de mi libertad ni la de ver la América.
                    Luego que me vió con alguna resistencia volvimos a emprender la na-
            vegación a Algeciras con mejor suceso que antes. Allí fuí presentado al general
            Don Demetrio O'Dali, americano, y por eso su recibo no fué tan acre como


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