Page 745 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
ofrecía más que opresores y amarguras; alquilé un huerto para cultivarlo por
mí mismo y para que una ocupación asidua me pusiese en la precisión de no
tratar a los hombres de Europa tan inhumanos conmigo; a este especie de
huerto debo mi conservación y la experiencia ha justificado el acierto de mi
medida: bien que por ella yo era más afligido del recuerdo de las calamidades
por donde había pasado para llegar a este término.
Sin amigos y con el corazón ulcerado, precisado a tomar de manos de
mis enemigos los medios de mi subsistencia en una edad en que la comodi-
dad es necesaria y en que 8 reales de vellón apenas alcazaban a un alimento
escaso; corriendo una vida humilde bajo la infamia afecta al crimen de alzado;
viéndome el ejemplo de escarmiento que fijaba más la arbitrariedad de los
opresores, las desgracias de los oprimidos, y el orgullo fiero de los más viles es-
pañoles sobre los americanos; recordando la muerte espantosa de mi hermano
(José Gabriel Túpa Amaru), de toda mi familia y de innumerables indios sin
venganza, y el cetro de fierro en América indestructible. ¿Cual debía ser la
amargura de mis días con estas ideas de lágrimas y desesperación que jamás
me abandonaron, y que algunas ocurrencias les hacían tomar muchas veces
una vivacidad la más aflictiva?
En el largo espacio de 32 años hubieron muchas; ahora sólo quiero
recordar dos de las que me fueron más sensibles. Un día queriendo salir de mí
mismo por impresiones extranjeras fuí a ver el ejercicio de la tropa, a pesar de
que siempre tenía a esta clase de asesinos por oficio un horror raro, y mucho
mayor desde que fuí instruído de que en Europa se vendían hombres para de-
fender a cualquier causa, que el atractivo de las banderas cuando se colocaban
para alistar hombres jamás era sino la cantidad de dinero que se ofrecía, que
así los mismos hombres defendían hoy una causa y mañana la contraria, para
volver otro día a defender la primera.
Puede concebir cualquiera cuánta sería mi mi sorpresa y pavor cuando
estando de espectador de esta gente, y colocado tras de la línea que hacía a su
frente la multitud entre quienes me hallaba confundido se avanza el coman-
dante, me escoge de entre todo el grupo para darme con el bastón en la cabeza
y dejarme atónito y sin sentido. Todos los que me rodeaban quedaron llenos
de asombro, y yo sin saber la causa me retiré, cuando volví en mí, confundi-
do y oprimido, sin tribunal a quien quejarme más que el de la naturaleza, no
atribuí este rasgo militar, sino que mis facciones caracterizándome mucho de
americano habían excitado fácilmente la cólera de este oficial, (fenómeno muy
ordinario en la sensibilidad de los órganos españoles al aspecto de un indio);
pocos días después supe su muerte repentina y nada de su arrepentimiento.
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