Page 746 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Las memorias de Juan Bautista Túpac Amaru
Me fué mucho más insoportable la presencia de un indio que pregun-
tandome, un día que me encontró en la calle, que si era cuzqueño, a la con-
testación de ser yo, Túpa Amaru, lleno de furia me dijo que cómo me tenían
todavía con vida, que había mucho debían haberme muerto. Yo que esperaba
a mi respuesta amigable algún brote de sensibilidad de parte de un otro indio
como yo, vi con el mayor dolor un enemigo desnaturalizado en él, y muchos
días se me amargaron por el recuerdo de esta vil arrogancia.
Pero en el año 13 el primero de junio se me presentó Don Marcos Du-
rán Martel, hombre que ha desagraviado a la naturaleza de cuanto los demás
la habían injuriado en mí mismo; se ha mostrado como una mano tutelar
destinada a salvar mis días, y hacerme gustar en los últimos de mi vida los
encantos de la amistad.
Luego que se me dió a conocer como un americano perseguido como
yo de la tiranía; le ofrecí mi casa, le dí en ella la hospitalidad de un amigo,
hice en él la efusión de mi corazón; todo lo hicimos común como hermanos y
él hizo más: viendo que a mi edad octogenaria el cultivo de la tierra era muy
oneroso, se hizo cargo de él, y últimamente me eximió de todo trabajo, y sólo
cuidó de conservarme tranquilo y cómodo; es muy laudable todo el esmero y
proligidad con que procuró obtener este objetivo, por cuya consecución tan
costosa como le ha sido podía prever ninguna recompensa más que la satisfac-
ción de su corazón.
La esperanza de mi libertad ya muerta, la de volver al Perú, con la
pintura mas halagüeña del nacimiento, espíritu y progresos de la revolución
en América, fueron los resortes que tocó para causar en mi alma el trastorno
más saludable y extraordinario que se puede sentir en esta ciudad, sin fatigas
corporales, con nuevas y dulces sensaciones que no había tenido en 40 años;
el mundo y mi situación eran totalmente nuevas.
Luego que renació en mí la esperanza de volver a América fue mi más
vivo deseo; tan larga mansión con los europeos no había producido ningún
vínculo en mi corazón hacia nada, ni nadie; me hallaba después de este espa-
cio de media vida lo mismo que en el primer día de mi llegada, y si tenía mi
corazón algo demás era el cúmulo de males que había sufrido y la aversión que
las fieras podían inspirar. Tal vez esto se atribuía a alguna insensibilidad, mas
yo sólo conozco ser efecto de una muy exquisita que podía discernir lo que
en Europa se ha sustituido a la de la naturaleza que es la sumisión más vil al
dinero.
La vejez rica puede contar allí con todos los socorros de las luces y la
industria, ella tiene poder y comodidad; la vejez pobre excita el desprecio y
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