Page 749 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
generalmente había sido para mí todo el que me hacían las autoridades de Es-
paña; además, me permitió andar libremente; esto y la hospitalidad humana y
generosa de Don José Gonzalo, y la facilidad con que el vicario eclesiástico le
permitió a mi compañero decir misa, mejoró mucho nuestra posición; al favor
de ella estuve sano del brazo a los 4 meses.
Había cuidado siempre mi compañero en la debilidad de mi situación
de ocultarme los obstáculos para mi libertad antes de haberlos vencido, mas
aquí viendo que para hacerlo era necesario mi cooperación, me dijo que mi
libertad todavía no era un bien con que podía contar totalmente, que tenía
solamente la precisa para introducirnos furtivamente a Gibraltar, y que para
esto contábamos con la protección de un hombre que la había prometido.
Por 18 meses nos alimentó esta esperanza, y al cabo de ellos nos des-
engañamos que este mismo hombre con aire de benefactor, sólo nos había
querido vender este bien; cuando él vió que no podíamos satisfacer su codicia
nos aseguró la imposibilidad de servirnos.
Entonces también conocimos con más claridad que no podíamos con-
seguir nuestra fuga sino por un desembolso superior a nuestra capacidad; y
ésta se había empeorado por nuestra larga mansión, y porque el apoderado
Francisco Irnardi, para cobrar en Ceuta, aunque había merecido nuestra con-
fianza por haber peleado por la causa de la Independencia en Caracas, perte-
necía más a su nación por sus principios que podía por aquel motivo pertene-
cer a nosotros y a la moral; él se negó haber recibido nada para mí; convencido
por el testimonio del mismo tesorero que le dió mis pagas, y después de toda
intervención de la autoridad se quedó con una que desesperé de cobrarla por-
que ví que lo protegía esta misma autoridad en quien el hábito de despreciar
los derechos de los americanos podía más que la contradicción que hacía ver
en esta conducta con los principios que proclamaba.
Ya no nos quedaba sino un arbitrio y era para nosotros el más violento,
y del que generalmente se nos presagiaba un mal suceso, era el de hacer una
representación a la superioridad; la hice por las invitaciones de mi compa-
ñero, y por el recuerdo de las promesas que había recibido de Don Agustín
Argüelles estando éste preso en Ceuta conmigo, y la dirigí por el conducto
del gobernador de ésta, y por el de aquel caballero. La contestación de éste fué
mandarme la licencia de mi libertad y una carta de atención al correo inme-
diato.
Pudimos de esta manera encaminarnos a Cádiz sin embarazos. Allí
el juez de arribadas mandó el cumplimiento del decreto de las Cortes que
señalaba 10 reales diarios a los americanos que tenían mis circunstancias, en
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