Page 740 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                                         Las memorias de Juan Bautista Túpac Amaru
                    Cuatro meses permanecimos en Janiero, al cabo de ellos salimos para
            España, que se hallaba en guerra con la Inglaterra; esta circunstancia, que nos
            ponía en el riesgo de ser presa de algún buque inglés, y adquirir así la libertad,
            fué la que nos trajo también por la contingencia de este bien el mal positivo e
            insoportable de ser amarrados al palo mayor luego que cualquiera buque era
            avistado, o que la fantasía del Capitán le hacía concebir algún peligro; desde
            que lo anunciaba, todos se hacían furiosos contra nosotros; las centinelas nos
            mostraban a cada momento la bayoneta con que estaban prontos a traspasar-
            nos; este era su lenguaje; se nos presentaban placenteros al vernos sufrir las
            impresiones del agua, el calor y el frío en cuerpos casi desnudos, sedientos y
            hambrientos siempre, y alguna vez que quise aliviar mi sufrimiento, me costó
            bien caro.
                    Un compañero me permitió tomar unas galletas que tenía a alguna
            distancia de mí, haciéndome el encargo de apresurarme antes que los ver-
            dugos viniesen; nos hallábamos pronto para ser conducidos a la corriente, y
            sobre poniendome a mi debilidad, e impedimentos con que me embarazaban
            las cadenas, conseguí echar en mi gorro algunas. Entretanto el centinela había
            preparado las escotillas de suerte que a mi vuelta y al tomar mi asiento, caí
            hasta el fondo del buque y sobre las amarras, que me rompieron dos costillas;
            mis dolores, mis cadenas, y mi debilidad me pusieron en la agonía; con todos
            los actos que había presenciado y sufrido no podía aguardar alivio sino de mis
            compañeros, y estos se hallaban muy impedidos para satisfacer la compasión
            dolorosa que mis ayes debían producirles; uno, sin embargo, de la comitiva,
            fué sensible a mi situación, para darme la mano y levantarme, el resto se rió
            mucho del lazo en que había caído; mis prisiones continuaron las mismas,
            ni el cirujano ni el comandante dieron señal de quererme socorrer; toda mi
            medicina fué un emplasto de alquitrán, que conseguí del calafatero; lo demás
            lo hizo la naturaleza; yo sané, pero no fué ciertamente muy bien, pues hasta
            ahora soy muy sensible en aquella parte, y sufro dolores por muy pequeños
            motivos.
                    Antes de concluir mi tránsito del Janeiro a Cádiz no quiero omitir una
            circunstancia que deja ver todo el espíritu de tiranía de los que nos condu-
            cían; son bien conocidos los españoles en la adhesión que tiene al rezo, en que
            hacen consistir toda su religión, sin que la práctica de la moral les sea jamás
            de igual importancia; pues no obstante habiendo observado que rezábamos
            el rosario por una especie de consuelo, nos prohibieron lo hiciésemos. Es de
            advertir que estos españoles eran groseros, ignorantes, superticiosos, como la
            mayor parte de los que venían a América, y que por consiguiente para ellos el


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