Page 588 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            interino de Huancavelica, sin duda con la idea de que acabase de arruinar
            aquel importantísimo mineral; y con agravio del benemérito sujeto que lo ob-
            tenía, y de tantos otros que hay en Lima, más a propósito para este apreciable
            empleo que, hasta estos últimos tiempos, se confirió siempre a hombres del
            primer carácter.
                    Todo Superior es responsable ante Dios y ante el Rey de cuantos per-
            juicios irrogan sus comisionados, del mismo modo que los suyos, como Vues-
            tra Señoría sabe; y siendo esto así, es gravísima la responsabilidad del Señor
            Areche por la mala conducta de los subalternos apuntados. Y si no nos queda-
            ra la esperanza de que su sucesor el Señor Don Jorge Escovedo, con su notoria
            prudencia y justificación, remediará sus desaciertos, lloraría todo el Reino su
            perdición sin remedio.
                    Vuestra Señoría, con presencia de estos apuntes, formará el juicio que
            le parezca más justo acerca del origen de la Rebelión, entre tanto que yo le
            expongo los motivos a que debe atribuirse el no haberla evitado.



                     MOTIVOS QUE INTERVINIERON PARA NO IMPEDIR LA SUBLEVACION




                    El primer motivo debe considerarse, en mi concepto, la ilegalidad y
            poco celo con que se siguió la Causa de Lorenzo Farfán y sus compañeros,
            omitiendo las pesquisas exquisitas que exigía para el descubrimiento de todos
            los cómplices de la Rebelión intentada por ellos, a principios del año 1780,
            según se ha dicho.
                    El segundo: el desprecio que se hizo en Lima de los avisos reservados
            comunicados por Don Antonio de Arriaga, y otros sujetos de esta Ciudad,
            delatando la complicidad de este Ilustrísimo Obispo y algunos súbditos suyos
            en aquel traidor proyecto; pues es creencia común que si se hubiera librado
            alguna providencia en su virtud, seguramente, no hubieran sucedido las des-
            gracias que después hemos experimentado.
                    Y el tercero: la tolerancia de los Tribunales de Lima a los excesos es-
            candalizantes del mismo Señor Obispo y sus curiales contra la Jurisdicción
            Real y contra el Corregidor Arriaga, por pura contemplación a su Ilustrísi-
            ma, respecto de que no es dudable se envalentonaron los traidores, viendo
            desatendidas por aquel Ministerio las bien fundadas quejas de un Juez Real



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