Page 592 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
La verdad desnuda
nuestras armas, ordenó a su mujer y familia que recogiendo lo más precioso
de sus robos, se encaminaran como pudieran hacia la provincia de Carabaya,
a fin de internar por ella a los Indios gentiles, entre tanto él subía a los pueblos
altos de Tinta, para dar algunas disposiciones a los suyos.
Juana Portilla viuda de Tomás Rodríguez, y vecina del lugar de Langui,
se hallaba a la sazón sorprendida del dolor por la falta de dos hijos que le había
muerto Túpac Amaru, o habían perecido por su causa, y viendo pasar a éste
por allí, muy atrevido (con más valor del que es común en su sexo), le echó
mano a las riendas del caballo, con tal denuedo que no fueron bastantes los
esfuerzos del Rebelde para librarse de un enemigo tan débil. Acudió gente de
nuestro partido, inmediatamente, y quedó arrestado el autor de tanta desgra-
cia, que fué conducido luego a esta Real Cárcel con más de cuarenta cómplices
de la Rebelión, a disposición del Señor Areche.
En este acontecimiento resplandece, visiblemente, las altísimas incom-
prensibles providencias de Dios; porque burlándose de todas nuestras fuerzas
y disposiciones, preparó para una pobre mujer anciana el triunfo de Túpac
Amaru, sin embargo de que otros se han adjudicado esta hazaña, y por eso
no sólo no se la premió como correspondía, sino que habiendo quedado en
el mismo pueblo de Langui, fué víctima de los rebeldes, a los pocos días, en
venganza del arresto de su Caudillo, a quien por preocupación apellidan Inca.
Con la prisión de éste se remontaron los Indios bajo del mando de
Diego Túpac Amaru, su hermano, Mariano Túpac Amaru su hijo, y Andrés
Mendiguren (alias Noguera), su sobrino; todos tres de condición tan inferior
como el principal Rebelde, pero mucho más sanguinarios y sacrílegos. Inme-
diatamente se encaminaron con sus tropas hacia la ciudad de la Paz, asolando
todas las poblaciones del tránsito, donde experimentaban alguna resistencia,
sin dar cuartel a ninguna cara blanca.
El Señor Inspector se propuso perseguirlos, más habiendo llegado a
Puno, pretextando falta de fuerzas por la gran deserción que dicen se expe-
rimentaba en el ejército, y otros motivos que no sabemos si fueron ciertos y
justos, acordó su regreso al Cuzco. A este fin publicó un bando en aquella villa,
mandando que todos sus habitantes se preparacen a seguirlo dentro de tercero
día; y lo cumplieron así, haciendo el espectáculo más compasivo y doloroso.
Puno había resistido, por más de cuarenta días, los asaltos de los rebel-
des con un valor tan constante y con una bizarría tan generosa, que son dignos
de la mayor gloria sus vecinos. Ellos dirigidos por un Don N. Vicenteli (de
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