Page 584 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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                    También se cuenta, bien probado, que este Ilustrísimo Obispo tuvo
            correspondencia secreta con Túpac Amaru; que supo primero que ninguna
            persona de esta Ciudad la prisión y muerte del Corregidor de Tinta; que los
            Curas de Tungasuca y Pampamarca no sólo no procuraron defenderlo, sino
            que celebraron la muerte con el Rebelde; y es también cierto que más de dos
            meses después del difunto Arriaga, se explicó Su Ilustrísima, a presencia del
            Señor Inspector General y de otros sujetos, con tanto odio hacia él que le
            sindicó de ebrio, ladrón, y otros dicterios; luego no es descaminada, sino muy
            legítima, la consecuencia apuntada; ni tampoco infundado que el verdadero
            origen de la Sublevación fué la competencia entre esta Curia Eclesiástica y
            Don Antonio de Arriaga, porque de ella resultó su muerte, y de ésta todas las
            desgracias experimentadas.
                    Aquellos que atribuyen la Rebelión a las novedades suscitadas por el
            Señor Visitador General Don José Antonio de Areche en punto de Contribu-
            ciones (como he dicho que no son los menos), fundan su opinión en el hecho
            indubitable de haber tenido principio en Arequipa con motivo del nuevo es-
            tablecimiento de Aduana. Y en la juiciosa contradicción del Excelentísimo Se-
            ñor Virrey Don Manuel de Guirior a estos nuevos entables; pues todos saben
            que le significó al Señor Visitador que lo mismo sería querer plantificarlos que
            perderse el Reino, como se ha verificado.
                    No obstante este dictamen de un Ministro de tan elevado carácter y
            tan justificado como el Señor Guirior y el de otros sujetos, los cuales repre-
            sentaron al Señor Areche que aun cuando fuesen convenientes al Soberano
            los nuevos establecimientos que se proponían, debía procederse con mucho
            pulso, y con mucha pausa a su plantificación; expidió casi a un mismo tiempo
            dos providencias las más odiosas al Estado. Una fué ordenando por punto
            general que todo comprador de azogue había de afianzar en las respectivas
            Cajas los derechos reales de la plata correspondiente a la porción que extrajese
            de aquel ingrediente; verbi gracia: de cien libras de azogue se había de obligar
            el minero a presentar cien marcos de piña, y con este respecto de otra cual-
            quiera cantidad. Y, por la otra, mandó a todos los corregidores practicasen un
            empadronamiento general, en que se anotasen con distinción cuántos indios,
            mestizos, cholos, y zambaigos habitan las provincias, a fin de arreglar el tribu-
            to que debía contribuir cada individuo de estas castas.
                    La primera orden, ya se ve que tuvo por objeto el evitar los fraudes
            que sufre la Real Hacienda en la ocultación de plata y oro, y en comercio



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