Page 591 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
con su vista, se llenaron de cobardía los rebeldes; y tomaron el partido de
levantar el campo, tan precipitadamente, que si los parureños hubieran teni-
do orden de atacarlos seguramente aprehenden a Túpac Amaru, entonces, y
destrozan su ejército; con lo cual se hubiera concluído acaso la guerra, o a lo
menos hubiera sido menos sangrienta y costosa en lo sucesivo.
Pero, por no sé qué fines particulares de Don Juan Manuel Campero,
por cuyo medio comunicaba sus órdenes el Señor Avilés que estaba alojado en
su casa, no sólo no se permitió a la gente de Paruro avanzar contra los insur-
gentes, sino que al mismo tiempo que éstos huían, se les dió orden de entrar a
la Ciudad.
No es poco lo que se ha hablado con este motivo contra Campero, ya
por ser cuñado de los Ugartes y ya por haber destinado, sin noticia del Co-
mandante, un destacamento de veinte y cinco mulatos al cargo de un oficial
de mucho honor llamado Don N. Cisneros, contra el ejército rebelde a cuyas
manos perecieron todos miserablemente.
Después se dispuso la expedición general con 16.000 hombres dividi-
dos en seis columnas, todas bajo las órdenes del Mariscal de Campo Don José
del Valle, y con sus respectivos Comandantes, para que encaminándose por
distintos rumbos, obrasen más activamente contra los Insurgentes. Sus ope-
raciones constan de los diarios que no he visto; pero, según comúnmente se
ha dicho, no merecen la historia sus hazañas, para cuyo convencimiento basta
saber que Túpac Amaru se atrevió a atacar, en el paraje nombrado Pucacaja, la
principal columna del mando del Señor Inspector, con tal arrojo que se jactó
el mismo Rebelde, en cierta carta, de haber conseguido la gloria de hacer de-
jar estampada en las piedras de aquel terreno la cobardía de nuestras tropas;
expresiones que verdaderamente sirven del mayor sonrojo y vilipendio a la
Nación, mayormente en boca de un indio arriero.
De resulta de la acción de Pucacaja, y hallándose sin víveres para con-
tinuar la campaña por las serranías, resolvió el Señor del Valle bajar a la que-
brada que sigue de Urcos a Tinta a fin de lograr las mejores proporciones que
ofrecía aquel camino. Los enemigos diariamente y en cuantiosos pelotones
le incomodaban, con el objeto de embarazarle el tránsito; por lo cual hubo
algunas pequeñas refriegas en que (sin embargo de que nunca consiguieron
mayores ventajas los indios) pelearon a su modo despechador.
Viendo Túpac Amaru que ya nuestro ejército se acercaba a Tinta, y que
las fortificaciones, en que él fiaba su defensa, no podían resistir los ataques de
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