Page 581 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
Muchos opinaron que éstos no habían procedido con espontaneidad a
la formación de sus traidores proyectos, sino con acción prestada de este Ilus-
trísimo Obispo y sus parciales, infiriéndolo de varios hechos públicos, cuales
fueron el no haber fulminado censuras contra los factores de tantos pasquines
sediciosos como se fijaron en el Cuzco anunciando la maquinada Sublevación;
el haber perseguido Su Ilustrísima, con extraordinario encono, a un Religioso
de San Agustín, porque delató la conspiración con permiso del penitente que
se la rebeló en confesión sacramental; y el notable empeño con que defendió
el mismo Señor Obispo a los tales delincuentes, aun estando convictos y con-
fesos de un crimen tan formidable, con otras gestiones que hizo propias de un
protector el más empeñado en su defensa.
De todos estos antecedentes se formó por los juiciosos la conjetura
de que el Obispo y algunos eclesiásticos de esta Santa Iglesia, no sólo tenían
interés en los proyectos sacrílegos de Farfán y sus socios, sino que los habían
tomado por instrumentos; para conseguir sus dañadas intenciones de usurpar
al Rey cuando no el todo del Perú, a lo menos el dominio de esta Ciudad y
sus confinantes provincias, con la idea de sacudir el yugo español y la Católica
Religión, a que tan difícilmente se acomoda la mayor parte de estos patricios.
Les sobró atrevimiento para intentarlo; pero por una de aquellas pro-
videncias admirables del Altísimo, les faltó dirección y conducta para con-
seguirlo; y descubierta la traición, sólo se procedió contra Farfán y sus com-
pañeros, alucinándose los Ministros de Justicia, pues creyeron (venales o
necios) que ellos sólos eran los autores en un proyecto tan vasto como el que
se hallaba manifiesto; siendo así que todos eran hombres despreciables por
su poca o ninguna representación, pues unos eran plateros, otros de oficios
mecánicos, y todos de una extracción ordinaria, de cuyas circunstancias debía
inferir el más necio, que habían obrado por ajeno impulso; así lo significaron
los mismos reos, ya próximos al suplicio, diciendo que tenían que declarar en
descargo de sus conciencias; pero el Corregidor de esta ciudad Don Fernando
Inclán, bien fuese por temor de seguir causa contra sujetos tan poderosos, o
bien por hallarse cohechado de ellos, despreció cuanto quisieron decir.
Sabe Vuestra Señoría, mejor que yo, que en ninguna causa deben ser
las pruebas tan escrupulosas como en las conmociones populares, para averi-
guar los autores; porque uno sólo que se liberte del suplicio, es suficiente para
fomentar nueva sedición, y alterar el sosiego de la república más tranquila.
Pero, sin embargo de los antecedentes apuntados que inducían tanto funda-
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