Page 578 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
P. 578

Volumen  1
                                                                          La verdad desnuda
            verdadera no se observa sino en apariencia, que muchos sacerdotes son dísco-
            los y simoníacos, casi todos los jueces venales, y todos los pueblos impíos?
                    Se sabe que en el Perú ha vivido y vive escandalosamente amancebado
            un Obispo con cierta Prelada de una comunidad Religiosa. Que el mayor nú-
            mero de eclesiásticos de estas partes, así seculares como regulares, mantienen
            públicas concubinas, ejercitándose en todos los demás vicios propios de una
            vida relajada y prostituída. Que los jueces (sin excepción de los más autoriza-
            dos) venden la Justicia, con agravio de los infelices que por su indigencia no
            pueden comprarla. Y, en una palabra, son bien pocos los individuos de estas
            Repúblicas que caminan en sus tratos y negociaciones por las sendas de la
            Justicia.
                    Por otra parte: La riqueza de estos famosos minerales, la fertilidad de
            estos dilatadísimos campos, y la abundancia de sus ganados y frutos, lejos de
            servir a la mayor gloria del Creador, fomenta el vicio, y engendra una soberbia
            desmedida, que hace olvidar a los hombres el fin para que fueron creados, y las
            otras obligaciones que exige el Catolicismo. Y, así, aquellos que no son capa-
            ces de desempeñar el oficio de sacristanes, se juzgan agraviadísimos si no les
            confieren dignidades, o mitras. Otros que no tienen prudencia para regir sus
            casas, se consideran suficientes para gobernar el Mundo entero; y se muestran
            muy ofendidos si no se les confían los primeros empleos.
                    El caballero quiere ser más; el artesano aspira a ser caballero; y final-
            mente no hay quien, teniendo algunas facultades, no pretenda salir de su es-
            fera, aún a vista de aquellos que saben su inferior extracción y nacimiento; de
            modo que todo es confusión y todo desorden originado de la soberbia.
                    De estas verdades pudiera dar a Vuestra Señoría los más auténticos
            testimonios, pero me parece impertinente por ahora, creyendo que con lo di-
            cho, puede formarse idea cierta en general del estado del Perú, tanto en orden
            a religión cuanto a política y humanidad. Vuestra Señoría sabe muy bien que
            cuando Dios quería castigar a su Pueblo escogido, el modo más ordinario era
            negarle jueces o conductores, para que, desenfrenado, idolatrase y cometiese
            las otras iniquidades propias del libertinaje; a fin de que abandonado al vicio,
            se hiciese indigno de los auxilios divinos, y cayese en manos de sus enemigos;
            para hacer después más brillantes sus misericordias, labrándolo del cautiverio
            a costa de milagros y portentos, luego que lloraba arrepentido.
                    Esta misma providencia se ha visto y se está viendo en el Perú; pues
            hace muchos años que carecen todos sus tribunales de jueces íntegros y



                                               577
   573   574   575   576   577   578   579   580   581   582   583