Page 575 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            y arreglado procedimiento, según las doctrinas indicadas. ¿Qué calumnias no
            hubiera padecido su fama y su buen nombre? ¿Y qué castigos no hubiera su-
            frido de los magistrados su persona? Seguramente lo hubieran colocado en el
            Tribunal de las recautaciones, a lo menos en la negra galería de los herejes. Y si
            no meditemos un momento la carta que le escribió el Señor Virrey (de que ya
            hablamos arriba) por una ligera noticia que le dieron de la prisión del clérigo
            Don José Calderón, sin perder de vista la legítima causa que intervino para
            ella, ni tampoco su corta duración y el buen tratamiento que experimentó en
            el arresto. Sacrílega, temeraria y escandalosa llama Su Excelencia esta determi-
            nación del Corregidor de Tinta; y además supone que tenía llena de mal ejem-
            plo la Provincia. Le apercibe con la deposición de su empleo, y le conmina con
            tantos rigores, que le promete dejarlo muy escarmentado.
                    Confesamos que la dirección de este oficio, después de estar informa-
            do el Virrey por un proceso el más autorizado de los procedimientos de los
            eclesiásticos contra el Coronel Arriaga, nos llena de asombro y admiración,
            comprendiendo la justicia con que su sobrino Balza en la segunda representa-
            ción exclama, y se queja vivamente en obsequio de su buen tío sobre el asunto.
            Pero si así se explicó la Superioridad por la prisión de un clérigo, aún sin saber
            legalmente la verdad del hecho, ¿cómo se hubiera insinuado por el arresto del
            Obispo? Discúrranlo los imparciales. Lo cierto es, que si aquel oficio en los
            mismos términos que está concebido hubiera sido despachado a Su Ilustrí-
            sima y a los curiales oportunamente, como correspondía en justicia, segura-
            mente no hubiera muerto, como murió, el General Arriaga, ni hubiera tenido
            efecto la Rebelión.
                    La citada carta del Superior Gobierno, bien glosada en las representa-
            ciones, manifiesta visiblemente la contemplación más declarada hacia el Se-
            ñor Moscoso y sus súbditos; pero no está menos patente la del Señor Visitador
            General, Don José Antonio de Areche, en sus oficios dirigidos al Corregidor
            que van copiados, y en su conducta en el Cuzco, apuntada al fin del segundo
            informe. Aquellos son incontestables por haberse encontrado y existir origi-
            nales, y esta se detalla con tanta veracidad, que dudamos haya en esta Ciudad
            sujetos que ignoren los pasajes que se expresan.
                    Contra nuestro propósito y casi sin libertad, ha corrido la pluma, más
            de lo que queríamos. Y aunque todavía pudiéramos decir mucho, nos parece
            impertinente y superfluo, a vista de los convencimientos tan de bulto que que-
            dan exprimidos en este papel; creyendo que cuantos le leyesen (aunque sean



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