Page 571 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
PARRAFO 3°
No hay cosa que haga tan amarga e infeliz la vida civil como la falta de
justicia. Ella es la que afianza la honra, los intereses, el sosiego y hasta la vida
de los hombres; porque por ella se distribuye a cada uno lo que es suyo. Ella es
la que mantiene la tranquilidad de los pueblos, y la subordinación que deben
tributar a sus Príncipes; porque sin ella todo es desorden aun en la República
más culta. Ella es la que distingue el mérito verdadero del vicio más embo-
zado, para premiar condignamente aquél, y castigar severamente éste. Y la
justicia es finalmente el mismo Dios, con lo cual se dice todo. Por eso son tan
venerables los jueces, que deben ser estimados como sustitutos del Altísimo. Y
por eso también aún cuando juzgan los Reyes, lo deben hacer desnudándose
de todo humano respeto y pasión; porque entonces ni son hijos, ni son padres,
sino delegados de Dios.
Pues examinemos brevemente si fué bien distribuída la justicia en la
causa célebre del Corregidor de Tinta, Don Antonio de Arriaga, y si los magis-
trados del Perú que conocieron de ella, procedieron con justificación e impar-
cialidad en sus providencias. Ya se ha manifestado sinceramente y sin artificio
el origen verdadero de la competencia de jurisdicción con los curiales; que
según su naturaleza fué viciosa y atentada de parte de éstos. Y se ha probado
consiguientemente la injusticia notoria con que, sin otro motivo que haber
defendido, como era obligado el Coronel Arriaga los fueros y regalías de su
juzgado, lo tuvieron excomulgado, más de dos meses separado de su Provin-
cia, y haciéndolo sufrir la mayor hostilidad con unos perjuicios irreparables y
cuantiosos.
También quedan demostrados los oportunos recursos que interpuso
al Superior Gobierno de estos Reinos, al Visitador General Don José Anto-
nio de Areche y a la Real Audiencia de Lima, representando respectivamente
en estos tribunales las angustias y persecuciones con que lo tenían oprimido
los curiales eclesiásticos del Cuzco, probando que propendían claramente su
ruina, y que conseguirían seguramente sus depravados intentos, si no se le au-
xiliaba y sostenía, según el espíritu de las leyes, según el honor de su empleo,
y según la grave urgencia en que se veía.
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