Page 570 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            lo del Cura de Pampamarca, Sosa, y su Ayudante Bejarano, quienes según
            creencia universal, y según se asienta al N° 64 del segundo Informe, pudieron
            muy bien impedir la muerte del Corregidor y también la Rebelión como se ha
            dicho.
                    Igualmente es harto notable el suceso del Provisor Doctor Don Juan
            Antonio Tristán, y las circunstancias precedentes a su muerte, se saben de
            público y notorio no sólo en el Cuzco sino en todo el Perú. Todas ellas hacen
            el más auténtico testimonio de la injusticia con que fué hostilizado el Coronel
            Don Antonio de Arriaga; y, por otra parte, sabemos que el Provisor no tuvo
            más intervención en los expedientes dirigidos contra él, que firmar las provi-
            dencias que el Señor Moscoso le despachaba forjadas desde Urubamba, según
            lo dijo públicamente a varias personas de la Ciudad.
                    El odio implacable de Su Ilustrísima para con el Corregidor de Tinta,
            aún cuando no lo hicieran tan visible los injustos procedimientos de los cu-
            riales que obraron en todo gobernados de su pasión, resulta bien patente del
            sindicato de ebrio y otros vicios con que ofendió su buen nombre y sus ceni-
            zas, mucho después de su fallecimiento, el mismo Señor Obispo delante de
            un Oficial General de Ejército; pero tuvo la desgracia de que este caballero no
            sólo conoció a Don Antonio de Arriaga, sino que fué su amigo, y lo acreditó
            defendiéndole de tan violentas imposturas. En la Consulta segunda le vindi-
            ca de ellas aunque de paso su sobrino Balza tocando especies que imponen
            perpetuo silencio a los detractores. Y si nosotros nos hubiéramos propuesto
            guardar toda la moderación posible en este papel, pudiéramos apuntar otras
            que llenaran de confusión al Señor Moscoso.
                    Pero para esto basta, por ahora, publicarlo manchando con la sangre
            de un inocente ministro del Rey, y autor de la terrible rebelión que acaba de
            experimentarse desolando las provincias peruanas, llenando de cadáveres los
            montes y selvas, y trastornando todo el comercio de este vasto Imperio; pues
            nada queda tan bien probado en las representaciones, aún cuando no hubiera
            más fundamentos que las cartas originales del Doctor Puente, su confidente
            y protegido. ¡Infeliz Obispo que haciendo un mártir, ha de dar cuenta de la
            inocente sangre que vertió! Perseguido por la justicia y por la verdad, murió
            el Coronel Don Antonio de Arriaga, y como no podía dejar de oirle Dios, será
            fiscal terrible contra el Señor Moscoso, su postrer lamento.







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