Page 568 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
La verdad desnuda
amor. Y él le fondeó bien su piedad y su modo de pensar. Pues que diga el
Doctor Castro la atención y respeto con que veneraba a los eclesiásticos, y el
aprecio que dispensó aún a los díscolos y de mala fama como Puente. Y desde
luego le hacemos árbitro de la causa sobre este punto bien satisfechos de su
integridad. Que diga también el Doctrinero de Pampamarca, Don Antonio
López de Sosa, cuantos obsequios y favores mereció al Coronel Arriaga; y que
confiese así mismo su Ayudante Bejarano las muchas veces que comió el pan
de su mesa, siéndolo del Curato de Tinta. Ni uno, ni otro lo podrán negar, y
consiguientemente la memoria de estas finanzas ha de ser un perpetuo acusa-
dor de su innoble correspondencia e inaudita ingratitud, teniendo siempre su
ánimo sorprendido de la confusión y el rubor.
Todo el fuerte de los enemigos del General Arriaga para persuadir que
él lo era de los eclesiásticos, será el arresto del clérigo Don José Calderón con la
falsedad inventada por los curiales del Cuzco, de que lo oprimió con prisiones;
y aunque suframos la nota de molestos, es indispensable destruir este argu-
mento. La carta de Calderón que original se halla en autos, y cuya copia queda
estampada en la Nota 28, es el más solemne comprobante de la justificación
de aquel procedimiento, y también de la inveracidad de los curiales cuando
asientan que estuvo pensionado con grillos. En ella confiesa claramente su
culpa el tal eclesiástico, señalando los influjos que habían gobernado el error;
y ofreciendo al Corregidor su enmienda, le protesta no volver a mezclarse
jamás en semejantes asuntos, que puedan ocasionarle disgustos en correspon-
dencia de sus distinguidos favores; y concluye pidiéndole licencia para pasar
al pueblo de Pichigua de cuya feligresía estaba encargado; y sabemos que se la
concedió inmediatamente. De donde inferimos que el arresto fué justo, según
la expresión de dicha carta, y también que fué muy corto, y sin los riesgos que
han supuesto los contrarios del General Arriaga. Pero concedamos, por un
momento, que la prisión hubiese sido la más penosa y dilatada, entre tanto
examinaremos el delito confesado. Este fué el de introducir en la provincia
de Tinta las providencias sediciosas y turbulentas de los curiales del Cuzco,
para el entredicho decretado injustamente contra la doctrina de Coporaque.
Si hubieran tenido efecto, es indudable que tanto ese Pueblo cuanto los inme-
diatos se hubieran conmovido al instante, y en tal caso era el clérigo Calderón
autor inmediato de sus alborotos. La Ley encarga estrechamente a los Jueces
Reales que estén muy atentos y vigilantes a detener y cortar las perniciosas
consecuencias que suelen originar los papeles sediciosos, procediendo contra
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