Page 567 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            más contrarios del Corregidor de Tinta, en la fraudulenta viciosa información
            recibida por Su Ilustrísima sobre su conducta después de muerto, haciéndose
            su Juez de residencia. ¡Rara ingratitud la de Vergara, y aún más rara la enemi-
            ga del Señor Moscoso! Hasta el mismo Puente disfrutó las liberalidades del
            Coronel Arriaga, pues por su correspondencia consta que le suplió dinero que
            aún no ha pagado; y que habiéndole pedido después quinientos pesos para
            el juego; o fuese por el mal destino que les iba a dar, o porque no los tenía el
            Corregidor (que sería lo más cierto, pues de lo contrario, según su genio, es in-
            creíble los negase) se excusó aprestárselos, de donde tuvo principio su encono
            y enemiga tan implacable, bien explicada en las representaciones.
                    Sabemos igualmente que al Comisionado del Señor Obispo, Don Faus-
            tino Rivera y a su Notario, sin embargo de los atropellamientos que irrogaban
            a su Jurisdicción y persona, al mismo tiempo que le estaban ofendiendo, los
            obsequiaba todos los días, como pudiera a sus mayores amigos, aún estando
            bien cerciorado de que, en cumplimiento de las órdenes de Su Ilustrísima,
            le eran contrarios. Y he aquí un hecho que al paso que publica y publicará
            eternamente el grande espíritú de Don Antonio de Arriaga, lleno de nobleza y
            cristiandad; porque supo vencer las mayores repugnancias de la carne, acredi-
            ta de falsa y calumniosa la sindicación que le hacen de enemigo de la iglesia.
                    Discurriendo los Santos Padres sobre la grande obra de nuestra Re-
            dención, notan entre las cosas muy admirables de ella aquella caridad con que
            el Salvador, no obstante constarle por su Ciencia Divina que Judas estaba tra-
            mando su muerte, le lavó los pies y cenó con él; cuya fineza ciertamente parece
            superior a todo, consultando solamente la humanidad. Pues el Corregidor de
            Tinta, como tan buen cristiano, practicó casi lo mismo con el comisionado
            Rivero y su Notario; sabía que le estaban ofendiendo, y sabía que trataban de
            venderle (como efectivamente le vendieron) y sin embargo comía y cenaba
            con ellos franqueándoles cuanto tenía.
                    Y por último pregúntese a todos los eclesiásticos de la provincia de
            Tinta, si Don Antonio de Arriaga negó a alguno de ellos favor que le hubiesen
            pedido, pudiendo hacerlo; pues estamos ciertamente persuadidos a que nin-
            guno presentará comprobante legítimo de haber sido desairado.
                    El Doctor Don Ignacio de Castro, Cura de Chaca en la misma Pro-
            vincia es uno de los párrocos más doctos y arreglados que hay en ella, y en
            las demás del Perú. El trató con intimidad y muy de cerca al General Arriaga,
            porque por sus recomendables circustancias le mereció siempre un distinguido



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