Page 564 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
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            Jesuítas? ¿Y en el comparendo del Ilustrísimo Señor Obispo de Cuenca; cuyas
            serias determinaciones han hecho conocer a los preocupados la suprema po-
            testad de Nuestros Soberanos?
                    También es muy moderno aquel asombroso suceso de San Lúcar de
            Barrameda, donde habiendo perpetrado, el año de 1774, el más sacrílego e
            inhumano homicidio cierto presbítero regular; sin embargo de esta condición
            del reo, y haber cometido el delito en Sagrado, la Justicia Real Ordinaria le
            aprehendió y siguió su causa, con tanta entereza, que fué condenado a la pena
            ordinaria; bien que no tuvo efecto por respeto al venerable cuerpo en que ha-
            bía estado incluido.
                    El delito de aquel eclesiástico no es comparable con los atrocísimos
            comprobados contra Puente, Maruri, Sosa Bejarano y los otros clérigos com-
            plicados en el asesinato del Coronel Don Antonio de Arriaga y en el alzamien-
            to de estas Provincias. El Juez Real de Sanlúcar de Barrameda tampoco puede
            ponerse en paralelo con los magistrados de Lima, en cuanto a facultades ni
            autoridad; ¿pues en qué consiste una tan notable diferencia de procedimien-
            tos, siendo una misma la legislación que regla la distribución de justicia en
            todos los dominios de nuestro Soberano? Que satisfagan la pregunta aquellos
            a quienes corresponde, no obstante que dudo puedan hacerlo convincente-
            mente.




                                            PARRAFO 2

                    Lo más heroico del beneficio está vinculado en la casi infalible con-
            secuencia de la ingratitud de parte de quien lo recibe. Por eso el desagrade-
            cimiento un vicio tan villano que irrita al bienhechor, aunque sea el mismo
            Dios. Ya hemos extractado la conducta de los eclesiásticos para con Don An-
            tonio de Arriaga, y es conveniente manifestar la de éste para con ellos. Cuando
            fué destinado de Gobernador y Capitán General de la provincia del Tucumán,
            ocupaba la silla episcopal de aquella Diócesis el Señor Moscoso; y aunque
            todo el tiempo sirvió ese empleo el Coronel Arriaga, se mantuvo Su Ilustrí-
            sima en la ciudad de la Plata, por ser uno de los prelados del Concilio, allí
            celebrado, entablaron una correspondencia muy amistosa, y la continuaron
            mutuamente, hasta que la cortó el Obispo por un motivo injusto. Tenía en-
            tonces el Gobierno del Tucumán la Regalía del Vice-Patronato Real, y como



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