Page 461 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            que hace calor?». Aseguro Señor Ilustrísimo, no haber visto Coro más fresco,
            porque hasta que después lo formó el reverendo ejemplar Prelado de aquella
            iglesia, y al presente de la Arquiepiscopal de La Plata, no había entonces allí
            otro alguno, que cuatro sillas colocadas en medio de la iglesia, que es bien
            capaz en lo material; y después de no haber más que cinco individuos en ella,
            con el capellán único que tiene, nos circunda todo el ambiente que solía ser
            bien templado. Pero esto es poco, para lo que en el asunto que sigo, experi-
            menté y me sucedió en La Paz.
                    Promovido por la piedad de nuestro soberano al deanato de esta igle-
            sia el año de 1778; caminé luego más de 600 buenas leguas, que dista de la del
            Tucumán. Sin embargo de las molestias de tan largo viaje, iba yo superándolas
            gustoso, porque me persuadía, había de mejorar mucho de fortuna mi tal celo
            eclesiástico, por haber oído decir que estaba aquel coro mucho más completo,
            y que el Obispo era muy celoso de su Iglesia y del buen orden en ella. Presen-
            tado pues, en aquella ciudad, como no pude tomar posesión del deanato hasta
            que viniese noticia de haberla tomado mi antecesor de la dignidad de Maes-
            tre-escuela de la Iglesia Metropolitana de Lima, a que había sido promovido,
            me fué preciso esperar sin posesionarme dos o tres meses. En todo este tiem-
            po procuré frecuentar muchas veces la iglesia, para observar la formalidad del
            coro, el orden de rezar o cantar las divinas alabanzas, y lo demás de que yo
            me consideraba obligado a cuidar cuando fuese su Presidente, sin olvidarme
            tampoco de procurar informarme, así de la erección de la iglesia como de la
            regla que llaman consueta o leyes municipales de ella, para instruirme en su
            régimen y gobierno, y poder cumplir con los deberes de mi primera Prebenda.
                    Mas, puedo decir, Ilustrísimo Padre, que a la verdad se abatieron las
            alas de mi corazón y del ánimo cuando observé. ¡Qué prurito o flujo en algu-
            nos Capitulares de hablar extra corum, antes del coro; en el coro mientras la
            misa conventual, y después del coro mientras se entraban a desnudar el hábito
            coral en la sacristía y salían de la Iglesia! ¡Qué inopia de ministros inferiores,
            pues de los pocos capellanes que habían, eran los más músicos de canto alto o
            figurado, y aún el Sochantre era un religioso avocado del Convento del grego-
            riano, que es el mandado observar y el necesario! ¡Qué aceleración o falta de
            la debida parsimonia en el rezo, pues en un día ordinario apenas tardarían dos
            horas y cuarto, en todo el Oficio Divino y Misa Capitular! ¡Qué erección de
            Iglesia, si me dijeron había muchos años que no parecía! ¡Qué Regla Consueta,
            si por no tenerla parece ordenó Su Majestad al Sínodo Provincial de La Plata,



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