Page 456 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen 1
Informe sobre las causas de la sublevación de 1781
Coro de la Catedral de Salamanca, el mismo sujeto, que desde mozo de coro,
había ido ascendiendo a ella, en aquella iglesia.
Sin embargo de esto, si pareciere convenir al servicio de Dios y de su
Iglesia, que algunos de los mencionados, se quede siempre en un mismo gra-
do o empleo inferior o medio, no se podrán quejar de que no son ascendidos,
antes bien se deben tener por dichosos, de que son útiles a la Madre que los
ha alimentado y dar gracias a Dios de que puedan servir de algo a su Iglesia,
aunque sea en el más ínfimo lugar; pues deben considerar, que, fuera de ha-
ber establecido sabiamente la Iglesia, que algunas prebendas sean solamente
diaconales, como se ve en muchas catedrales de nuestra Península; en la casa
del Señor, todos empleos son honoríficos, y que en la jerarquía eclesiástica,
no debe haber menos ordenada serie y armonía, que en cualquiera república
secular, política y civil; y es cierto que en éstas se advierten, que unos ciudada-
nos son siempre ministros de inferior clase, como alguaciles, fiscales, tenien-
tes, regidores, etc.; otros llegan a ser alcaldes, corregidores, superintendentes,
gobernadores, etc.; pero se ve también que muchísimos, y aún sus hijos y nie-
tos, se quedan toda su vida en aquellos oficios inferiores, sin quejarse jamás
de que no los elevan a los superiores; de este modo, concurren todos al buen
orden y gobierno de los pueblos y son útiles a la sociedad.
Después de esto, para exponer a Vuestra Señoría Ilustrísima los demás
defectos que observé, y desórdenes que aún subsistirán, en aquellas iglesias
catedrales del Perú y Río de la Plata; es preciso suponer que en dictamen de
muchos eclesiásticos de juicio y timorata conciencia, muchas leyes, así canó-
nicas como reales, no se pueden observar perfectamente, ni aún se permiten al
cumplimiento de dichas iglesias, por la inopia de ministros sagrados, particu-
larmente en las de Buenos Aires, Paraguay, Tucumán y Santa Cruz de la Sierra,
pues en todas estas cuatro juntas, no sé que llegue a treinta el número de pre-
bendados y ministros de coro; por lo cual me sucedió más de una vez, asistir
al de la iglesia del Tucumán, siendo Déan de ella, acompañado solamente, de
otro prebendado y el único capellán que hay en él; causándome gran amar-
gura no poder lograr por esta causa, se celebrasen los divinos Oficios siquiera
con la solemnidad y decoro, que se pueden celebrar en una pobre parroquia
de nuestras Castillas.
Pero, sin embargo, conocemos que todas o las más de dichas insti-
tuciones eclesiásticas y reales, se pueden y deben observar, a lo menos, en
las otras iglesias de América que tienen suficiente número de individuos. Lo
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