Page 460 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                                      Informe sobre las causas de la sublevación de 1781
            caídos de las rentas y emolumentos de dicha Prebenda, desde que constase
            haberlos dejado de percibir hasta el 12 de Mayo del año pasado de 1785, en
            que Su Majestad se dignó admitirme la citada dimisión de mi deanato. Me ha
            informado poco ha un individuo de aquel coro, no haberse entregado dichas
            rentas y emolumentos a mi apoderado, sin embargo de ser ya pasados más de
            dos años después de la Real Concesión, porque el referido reverendo Obispo
            se había opuesto diciendo: «se depositasen, porque tenía que representar so-
            bre ello a Su Majestad, y que los Manuales se debían sólo a los interesados».
            Sin advertir que aunque así debe practicarse, no se ha ejecutado por su omi-
            sión en aquella iglesia; y que he asistido yo todo el tiempo que estuve en ella
            antes de mi legítima justificada ausencia a todos los interpresentes, sin faltar
            a uno que yo me acuerde; lo que no juzgo podrá afirmar de sí otro algún Ca-
            pitular con verdad; pues no dejé de asistir a todo coro, ni un día ni una hora,
            en todo el año y medio que estuve en aquella ciudad, antes de la mencionada
            sublevación de los indios.
                    Sin embargo me conformaría con ser privado de dichos Manuales,
            como lograra saber se había abolido este abuso de aquella iglesia; y que así
            mismo se había puesto remedio, no sólo en ella, sino en las demás del Perú,
            sobre la poca reverencia, dignidad, atención y debida pausa, con que se reza y
            canta el Oficio Divino; pues parece se hace formal irrisión, de aquella oración
            devota con que se da principio a las Horas Canónicas; Aperi Domine os meum;
            ut digne attente, et devote. Por los dos siguientes pasajes, vendrá luego Vuestra
            Señoría Ilustrísima, en conocimiento de la aceleración tan indigna con que
            se atropella en aquellos coros la Divina Salmodia, y la horrorosa transgresión
            que infiere este desorden de la disciplina eclesiástica de las ceremonias, ritos
            y rúbricas de la Iglesia. A los tres o cuatro días de haberme presentado en el
            Coro de la Catedral del Tucumán, advertí lo poco que tardábamos en el Oficio
            Divino y que con detenernos tan poco, salía yo cansado y molido del rezo;
            mas, reflexionando que era porque no caminábamos con tiento, y paso a paso,
            sino que corríamos con precipitación, tropezando por eso muchas veces, dije
            una tarde a mis compañeros: «señores, tengan vuestra mercedes, misericordia
            de mí, vamos más despacio, porque yo salgo sudando, y no me parece que es
            trabajo el rezo para salir tan cansado». Díjelo sumisamente, por ver si podía
            moderarlos con esta suavidad, pero me dejaron frío como la nieve, cuando
            con la misma y en el mismo tono me respondió el más anciano: «no se admire
            vuestra merced, que lo propio nos sucede a nosotros, no vé vuestra merced



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