Page 451 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
P. 451

Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
                    Pero creo, ha de admirar más, a Vuestra Ilustrísima, el siguiente acon-
            tecimiento: habiendo sido promovido el reverendo Obispo del Paraguay, don
            Manuel Antonio de la Torre, uno de los más beneméritos y ejemplares prela-
            dos que conocí en aquellas partes, a la Mitra de Buenos Aires, el año de 1762,
            fué electo para que le sucediese en aquella, el Deán de la Iglesia de Huamanga,
            distante de la del Paraguay, más de 800 leguas. Este, después de haber admi-
            tido tan soberana merced, y pasado según presumo, a consagrarse, consiguió
            por las representaciones de su edad avanzada, de la grande distancia que tenía
            que medir para pasar donde le llamaba su indispensable obligación, y acaso
            de sus apurados achaques, el permanecer en la ciudad de Huamanga, todo el
            tiempo que sobrevivió a su elección, que fueron diez años. Muerto, no por ir
            a ver a su Esposa, sino porque se le cumplieron su días harto poco venerables,
            por sólo aquél desvío, aunque tan canos por su gran número, eligió Su Majes-
            tad para aquella iglesia, ya viuda de 72 años, al reverendísimo Prego, Religioso
            de la Orden de Predicadores, y residente en la capital del Perú, que dista del
            Paraguay más de mil leguas.
                    Sin embargo de contar ya algunos años sobre la edad varonil, empren-
            dió su viaje al destino que había admitido. Consagróle al paso, el reverendo
            Obispo de Arequipa; y viéndose precisado a detenerse en la metrópoli de La
            Plata, como sufragáneo de este Arzobispado y Vocal del Sínodo Provincial,
            que de orden de nuestro Soberano, se celebraba allí actualmente; a los dos
            años perdió casi del todo la vista, y oprimido de ésta y otras indisposiciones
            corporales, murió en mis brazos, en dicha metrópoli, a los cinco de haber sido
            renunciado como Obispo del Paraguay. Y sucediendo al referido, el reveren-
            dísimo Velasco que sirve y gobierna actualmente esta sede episcopal; como
            éste tardó en embarcarse y pasar a ocuparla, cuatro o cinco años, se evidencia
            haber estado dicha Iglesia, viduata pastore, más de veinte, sin el interregno de
            las vacantes.
                    Ya penetra Vuestra Ilustrísima los muchos cánones sagrados y punto
            de disciplina, que se traspasan en sucesos semejantes. Tampoco se le oculta el
            miserable estado espiritual en que se hallaran aquellas ovejas de Jesucristo, o
            aquellos fieles del Paraguay, muchos de ellos neófitos por las reducciones bas-
            tante modernas que comprende aquel territorio. ¡Qué cizaña no habrá sem-
            brado en aquel campo tan fecundo el hombre enemigo! ¡Qué labruscas, qué
            zarzales de ignorancia de la ley y preceptos del Cristianismo! ¡Qué malezas,
            qué tríbulos y espinas de malos usos y peores costumbres, no habrá brotado



                                               450
   446   447   448   449   450   451   452   453   454   455   456