Page 445 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            gidor, tememos ponernos en su presencia, por no sufrir el riguroso modo
            con que acostumbra tratarnos; y aún cuando por casualidad no debamos al
            Corregidor, siempre tenemos recelo de comparecer ante él, por no contraer
            precisamente nuevas deudas; y de este modo, siempre tenemos por este lado
            denegada la justicia.»
                    «Si recurrimos a nuestros curas a fin de que se empeñen en nuestro pa-
            trocinio y defensa, aunque algunos de ellos nos suelen favocerer, bien que sin
            efecto, como hay otros que no entienden nuestra lengua, nos echan a sus ayu-
            dantes, los cuales, o por respeto a los corregidores, o por temor a los hacen-
            dados y arrenderos, o por otros fines interesantes, no se atreven a ser nuestros
            medianeros, sin embargo de ser nuestros padres y pastores. En este estado, y
            no quedándonos más recurso, que a los tribunales superiores que nuestros
            soberanos han establecido en estos sus dominios, para que nos hagan justicia
            conforme a sus reales leyes y nos miren con piedad, como a personas mise-
            rables; este mismo recurso o remedio no nos sirve, sino para volvernos más
            infelices; porque los corregidores que siempre abundan en arbitrios, luego
            nos fulminan causa con sus mismos ministriles y sirvientes, por las cuales los
            propios jueces superiores nos restituyen a su poder, y no nos sirven nuestros
            recursos más que para empeorar nuestro estado.»
                    «Si alguna vez alcanzamos alguna providencia favorable y equitativa,
            nunca llegamos a ver su efecto, antes se suele experimentar la ruina del que
            llegó a conseguirla; como lo hemos experimentado en el mismo Tomás Catari,
            quien por haber ido hasta la ciudad de Buenos Aires y conseguir del señor Vi-
            rrey, algunas providencias favorables a nuestra libertad, se fulminaron contra
            él, varias injustas causas, que lo hicieron reo de muerte, y a nosotros nos obli-
            garon a pedir por aquél, que por nuestra defensa se había visto en tal estado.»

                    Descubierto, pues, Ilustrísimo Señor, por esta sincera confesión, que
            según opinión común de los imparciales experimentados, dista poquísimo de
            la verdad pura el origen y motivo de la rebelión de los indios, infería dicho
            eclesiástico y cura, por conocimiento práctico que tenía de la naturaleza y
            procedimiento de los mismos naturales, lo mismo que otros sujetos del mejor
            juicio y experiencia; y es que, dejando en su fundada solidez las reflexiones y
            conjeturas políticas de que se tenía poca inteligencia, y la verdad o verosimi-
            litud de los muchos informes, y que habrían sido remitidos a Su Majestad; los
            medios que parecen más conducentes al deseado fin de pacificar totalmente a



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