Page 443 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
La rebelión de Túpac Amaru II
Mas, por si acaso los informes que las motivaron, o fueron diminutos
o no fueron bastantes para el pleno conocimiento de las causas que concu-
rrieron en el levantamiento y general conmoción de dichas provincias; para
que con ánimo grato a la suave y alta providencia de Dios se pueda aplicar
nuestro soberano, por sus más fieles y celosos ministros, a poner mas abun-
dantes remedios a los increíbles estragos e innumerables desórdenes que han
acaecido, y .que originando el fermento, pueden servir también de ejemplares
a otras revoluciones, que aunque tarden años en maquinarlas, finalicen quizá,
en lo futuro, en total ruina de la Religión y del Estado; me ha parecido, que la
bondad, rectitud, cristiano religioso celo de Vuestra Señoría Ilustrísima no se
gravará en que exponga yo aquí, o inserte a la letra la confesión que hicieron
los indios más rebeldes y criminosos, bien que los más ladinos, menos rudos
e indisciplinados a la misma hora de llevarlos al suplicio en la ciudad de La
Plata; y la que, aunque algo difusa, es sin duda la más verídica y sincera, (o no
hay alguna de este especie que lo sea), según el tiempo y circunstancias en que
se hizo, y conforme a lo que yo mismo oí, inferí y presencié con horror y con
dolor, en La Paz, en Oruro, Potosí, y en la misma metrópoli de los Charcas.
Estando destinado por el prelado eclesiástico de esta misma ciudad,
y por sus deberes propios de Párroco del Curato de San Sebastián de ella el
Doctor don José de Ribera, Cura de los más sabios y celosos que traté en aquel
vasto arzobispado, (y que sin otras prendas que lo adornan, le juzgo acreedor
y digno de la más recomendable atención, y de cualquier merced que la piedad
de Su Majestad quiera dispensarle), al auxilio y dirección espiritual de más de
ochenta reos de la mayor consideración, los cuales eran cabezas principales
del motín y conmoción de Chayanta; y a quienes desde el primer paso de su
prisión hasta el último de su suplicio asistió incesantemente; por haber hecho
punto de conciencia, según orden de dicho prelado, el explorar con discreto,
radical examen la verdad de las causas y motivos de sus execrables excesos;
cuando, arrepentidos de ellos, los lloraban y detestaban con el más vivo dolor
y amargura de su corazón; y en aquella tremenda hora cual es la de la muerte,
en que más que nunca se temen los juicios de Dios y se descubren los más
secretos interiores sentimientos del alma; llenos de confianza para con aquel
eclesiástico, a quien miraban casi con ojos moribundos, como a su párroco,
pastor y padre, oyó que le decían suspirando, de ésta o semejante manera en
su idioma:
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