Page 312 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Volumen  1
                                            Relación de la fundación de la Real Audiencia del Cuzco en 1788
            Se le forzaba a rendir su vasto lomo a un inteligente ginete que lo montaba. La
            estraña carga, el huesped imprevisto que lo queria domar, el freno que no le
            acomodaba, la gorda espuela que por instantes lo punzaba, el azote que sin in-
            termision lo avivaba, los gritos que a tanta cercania le daba el que se ostentaba
            caballero en sus espaldas, lo conmovian de manera que ya se elevaba en saltos,
            ya se estrellaba contra los muros, ya se oprimia contra el suelo que pisaba, ya
            mugia terriblemente, ya revolvia atras la cornamenta como para arrancar de la
            superficie de su grosera mole, al atrevido que tanto lo incomodada. Mas este
            siempre inmobil en su puesto, siempre sereno, y afectando tanta seguridad,
            como la que tendria en una de esotras bestias que se domestican a la silla y
            a la brida, parecía que no pensaba sino en la celebridad de su habil manejo:
            corria toda la Plaza, pedia aplausos que se mesclasen con los mugidos de la
            bestia. Parecia envanecerse por haber subyugado a un Toro, que no ha sabido
            docilitarse sino a aquella hermosa Doncella, que dice la Fabula haber sido
            transportada en sus espaldas por orden de Jupiter.  Pero en castigo de que
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            ahora no imitase la mansedumbre que entonces mostro, le clavaba en la cerviz
            una aguda daga para que cayese muerto a sus pies, siempre sin conmocion ni
            peligro del que asi lo sacrificaba al publico gozo de la Plaza.
                    A aquellos Toros, que por una indole indolente no sentian esos fuegos
            que constituian la bravura de los demas, se les hacia que los encendiese en el
            interior, armandolos exteriormente de otros fuegos. Se les cubria el cuerpo
            de abrasadores y tronadores cohetes, y montante de bombas, de volcanes; y
            adornados de esta extraña gala, eran producidos al Circo. En el punto mismo
            de su aparición se encendia la armadura; y ya no se percibian sino incendio,
            humo, estrepito, estragos de la piel de la bestia, gritos que la causaba el dolor,
            brincos pasmosos que daba; volaban globos de fuego que despedia, pelotones
            de materia inflamada que vibraba; se remedaba una subita tormenta, ó de las
            que el aire diariamente ofrece en sus tiempos, ó de las que la Pirotecnia repite
            en ataques verdaderos. Los balcones y ventanas de mas altura, eran los mejo-
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            138. Iriarte, Taurim. Matrit. (pp. 168, nota 1, ed. 1795) En este texto se han corregido algunos errores de transcripción que, al parecer,
            tenía la primera edición. Su traducción es: «No lo morado en los purpúreos collares está presente./ Las mulas de Tergemina con
            sus sonoros cuellos y agitadas  sonajas están con su socio de esclavitud. / Juntan los mutuos látigos los compañeros, como también
            avanzan los jóvenes al cuidado de la púrpura. / A ellos con el cuello conquistado, entre los ruidos del sonido  del bronce y ominosos
            látigos, o quizás hasta después de los hechos, el cadáver señala en el camino purpúreo los largos  surcos. / Los claros restos del alegre
            magnífico abandonado. / En medio de la arena son raptados del camino desenfrenado: / Como con Aquiles una vez ambiciosa víctima
            del triunfo / Hector lleva el cadáver raptado por un grupo de cuatro carros de las defensas troyanas.» [Traducido por Víctor Córtez
            Barrionuevo].
            139. Ovid. Metamorph. 2. (pp. 169, nota 1, ed. 1795)


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