Page 309 - La Rebelión de Tupac Amaru Vol 1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             La rebelión de Túpac Amaru II
            que se dan al descanso; y aun antes que inste el tiempo del espectaculo, ya se
            llenan ventanas, balcones, tablados y quantos reductos se dispusieron para
            catorce ó quince mil espectadores, que congrega este embeleso.
                    Estas dos primeras tardes competian a excederse y porfiaban en sus
            esmeros de grandeza. Sera difícil declarar la palma por alguna de ellas. La
            segunda tuvo la ventaja de aprender magnificencia de la primera, para imitar
            lo que vio, y segun se dixo, superar lo que imitaba.
                    Las tres de la tarde eran como el toque de convocacion al espectaculo.
            Situaronse entonces los Señores Ministros de la Real Audiencia en su eminen-
            te puesto; y recibidas por un Ayudante de ordenes, las que daba el S°r Regente,
            juntamente con una rica llave de oro (que cedia despues en servicio de este
            ilustre Ministro, y la regalaba a una de las Señoras de mas clase) corria ó vola-
            ba en un caballo, que entonces necesitaba calzar alas para substraherse al im-
            petu primero de la Fiera que iba á abrir la espectabilidad de la escena. Abierta
            la puerta en ceremonia, devolvia el mensajero la llave, y se colocaba en su sitio.
            Ya el Toro tenia entonces en espectacion a la plaza. Millares de ojos le median
            la estatura; millares de bocas se soltaban en elogio de su ceño, de su robustez,
            de su velocidad, de sus retorcidas, agudas, y elevadas hastas; le celebraban el
            color, le aplaudian la postura; millares de anuncios le aseguraban los estragos
            que haria, y casi se los deseaban.
                    Ninguno de los Toros que lidiaron estas tardes salio desnudo a la Pla-
            za, como si se avergonzasen de comparecer en el Circo, sin mas ornato que el
            que les costearon la naturaleza y las selvas. Los que antiguamente sacrificaba la
            Idolatria en las aras de sus mentidos Dioses, iban llenos de la grandeza que los
            vestia para la mayor solemnidad de aquel culto. Los que se corrieron estas tar-
            des, quisa los excedian. No solo se les doraban los cuernos, y se les formaban
            lazos de cintas, cordeles de oro, y vendas de ricos texidos como a aquellos; sino
            que todos se presentaban con albardas de tisues, brocados, lamas, y quantas
            telas de oro plata y seda trabajaban aquellas naciones, que porque sostienen
            con estas fabricas el esplendor de sus soberanias, decia un Discreto, que colo-
            caban en sus oficinas sus Doseles. Todas iban orladas de galones anchos de oro
            y plata, de flecos y borlas de lo mismo; (sabe el publico que nada pondero) cu-
            brianles las frentes de laminas ó tarjetas de plata bellamente labradas. Traian
            collares, pretales, y caidas de gruesos cordones de pesos fuertes. Que cebo
            para la temeridad! Que incitativo para la inconsideracion! que nuevo impulso
            para la osadia de los Toreros.



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