Page 257 - Vida y Obra de Vizcardo Guzman - Vol-1
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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
             Vida y obra de Juan Pablo Viscardo y Guzmán
            ellos un ascendiente tan grande que les hubiera resultado imposible liberarse
            de la depresión en que estaban.
                    Respecto a los indios hace falta observar que su odio estaba dirigido
            principalmente contra los españoles europeos, quienes tenían el poder de ve-
            jarlos. Por lo tanto los indios los llamaban con el nombre de Aucca, Guam-
            po, esto es enemigo, extranjero; contra éstos en cada ocasión manifestaban
            su odio; recuerdo la sublevación de Quito del año 64 cuando los indios y los
            mestizos iban buscando a los europeos hasta en las sepulturas de las iglesias,
            donde nunca hicieron injusticia a ningún criollo aunque muchos de ellos ha-
            bían tomado las armas para apoyar la autoridad real. Ellos en el calor de la
            sublevación, proclamaron rey al conde de etc. criollo. Se sabe bien que dicha
            sublevación fue calmada gracias a los jesuítas.
                    Los criollos lejos de ser aborrecidos eran respetados e inclusive ama-
            dos por muchos; los indios los llamaban Viracocha, nombre de un inca suyo.
            Nacidos entre los indios, lactados por sus mujeres, hablando su lengua, habi-
            tuados a sus costumbres y naturalizados al suelo por la estancia de dos siglos
            y medio y convertidos casi en un mismo pueblo, los criollos, repito, no tenían
            sobre los indios más que una influencia benéfica. Maestros de los indios en la
            religión, los párrocos y los sacerdotes, criollos casi todos, siempre estaban en
            contraste con los gobernadores españoles para proteger a los indios; las casas
            de los criollos eran un asilo seguro para quienes, admitidos en la servidumbre
            doméstica, encontraban una suerte agradable y muchas veces afortunada. Ob-
            serven bien, al fin, que los criollos, ya no siendo los intrépidos conquistadores
            que todo sacrifican a la sed del oro, ni siquiera los que sucesivamente son
            transportados por la misma pasión o esos remotos climas, son por lo tanto
            más dóciles a las voces de la naturaleza y de la religión.
                    He aquí el cuadro del Perú en el estado en que lo dejé en el año 68;
            en él se ven las causas que debilitaban los motivos de recíproca desconfianza
            entre los pueblos y que al mismo tiempo estrechaban entre ellos nuevos vín-
            culos. A partir de aquella época todo ha concurridos a fortificar tales vínculos
            y a reunir todos los ánimos en un mismo sentimiento: sacudir un yugo por
            todos aborrecido. La expulsión de los jesuítas, los vejámenes al clero secular
            y regular, el cambio de gobierno político, puesto todo en manos de europeos
            inexpertos, quienes sustituyeron a los criollos injustamente despojados de sus
            cargos, los lamentos repartidos por toda América de más de 600 criollos rete-
            nidos en Madrid, despreciados, desengañados en sus pretensiones, y obligados,



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