Page 322 - Vida y Obra de Toribio Rodriguez de Mendoza - Vol-1
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Volumen 1
Visita del Real Convictorio de San Carlos en 1815
Estoy persuadido Señor Exelentísimo, de que Ínterin quede en el Con-
victorio un sólo individuo, de los que al presente lo componen, no se conse-
guirá su eficaz reforma.
La proposición es dura y acaso envolverá a muchos inocentes ; pero el
justo recelo de que se produzcan los desordenes pasados y el peligro que ellos
inducen a la Religión y a la Monarquía, exigen de necesidad ese sacrificio.
Un pequeño fermento, una chispa imperceptible, una miasma (Para
continuar los términos de la pariedad arriba indicada) inmoral e impolítico,
que quede escondido en el mas despreciable rincón del Convictorio, es capaz
de hacer revivir el incendio que ahora lloramos, y cuyas devoradas resultas si
perdemos la ocasión presente, acaso no se podrán acabar en lo sucesivo.
En una palabra, este establecimiento necesita una purgación radical.
La experiencia me ha demostrado en los colegios de España, quanto
se conserva en ellos las memorias de las prácticas y abusos anteriores máxime
sin lisongear, el amor propio, la curiosidad y las pasiones de los colegiales.
El antiguo refiere al moderno que en sus tiempos no se les obligaba a
madrugar, ni oir misa, que a nadie se preciaba comer en el Refectorio, y cada
uno podía salir a hacerlo en sus casas; y que no había necesidad de estas en el
colegio a las oraciones para rezar el rosario y tener un rato de meditación.
Que las puertas estaban abiertas hasta después de las diez de la noche y
cada uno entraba y salía según se le antojase, que no había asistencia continua
a las aulas, y que cada uno estudiaba como por donde, y con quien quería, y
últimamente se les hacían familiares, el Febremo, el Pereyra, el Montesquieu,
el Rosseau, etcetera, encontrando serviles a los que ahora se les sujeta, y de
aquí que su trato que el moderno se fastidia de la uniformidad y arreglo de las
distribuciones, que los ejercicios espirituales no hacen en su corazón la im-
presión que deverán aspirar, por la libertad en las entradas, y salidas, que mira
con indiferencia el nuevo método de estudios, que desprecia los libros que se
les ponen en las manos, y procura por todos los medios posibles hacerse de
los que tanto se les pondera en los que sólo cree hallar una instrucción final y
liberal. Resultado lastimoso, pero que es indefectible, y que ojala no envolviese
en sus orígenes el desprecio de la Literatura Española, el de llamarla bárbara,
el de atribuirle la ignominia de la América, con otra actitud de sus posiciones
observadas con que los díscolos e intrigantes han alucinado a los incautos,
fomentando el odio hacia su Madre Patria y hecho fomentar el gérmen de la
Rebelión.
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