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Nueva Colección Documental de la Independencia del Perú
Vida y obra de Toribio Rodríguez de Mendoza
sido trascendental, tanto a la conservación de los libros corrientes, como a la
indispensable precaución que se deve tener con los prohibidos.
Así no es de extrañar que la iglesia y capilla se hallen indecente y des-
aseada; que ni los Maestros obedecen al Rector ni los pasantes a los Maestros,
ni los colegiales a unos y otros, que las puertas del colegio estuviesen francas
hasta después de las diez de la noche, que cada uno entrase y saliese quando
se le antojase, que los maestros bajasen a las aulas quando les pareciese, que
en ocasiones y temporadas se vieran estas desiertas, que algunos alumnos se
retirasen a estudiar a sus casas bajo la dirección de Maestros desertados del
convictorio, acaso materias que no hubiesen podido sufrir la inspección del
Rector, contra cuya voluntad se hacía este estudio clandestino, y últimamente
que por una consecuencia necesaria de tantos desordenes las costumbres se
presenten en un lastimoso desarreglo, y se hallen en el convictorio sujetos
cuya conducta es peligrosísima.
¿Y qué remedio? dije arriba que la exactitud y prudente discernimien-
to del Señor Visitador en el plan de reforma que propone, no deja que desear
para que un establecimiento tan interesante, pueda recuperar su antiguo es-
plendor, y llenar los fines de pública utilidad de su destino.
Repito esto mismo, pero no puedo menos que añadir ahora, que por
mas sabio y meditado que sea (como lo es) el plan de reforma, no ha de tener
un efecto permanente, Ínterin no se le precedan unas medidas vigorosas, y
que sin la menor contemplación alejen de este desgraciado colegio; todos los
insentivos y agentes de su deplorable ruina espiritual y temporal.
Ni mi caracter ni mi dignidad, ni el celo que le es consiguiente por
la causa de la Religión, y de la Monarquía, ni el estrecho encargo que su Ma-
gestad nos hace a todos los prelados como personas de su consejo en el Real
decreto de veinte y quatro de Mayo de ochocientos catorce ni la apreciable
confianza que merezco a Vuestra Exelencia, me permiten dejar de producirme
con claridad y energía, aunque ella parezca tan atrevida como arriesgada.
El convictorio de San Carlos se halla en la crisis de una ciudad ata-
cada por la peste, y cuyo magistrado (según el Docto Muratori) bien podrá
arrepentirse de haver sido escaso en sus providencias, pero jamás de haverlas
tomado con exeso.
Ni la condescendencia, ni el disimulo ni la blandura (añade a este sa-
bio) son al propósito en tales casos, sólo el rigor aprovecha al que govierna.
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